Para la segunda película como director, Bradley Cooper vuelve a asumir el papel de un artista torturado, apoyado por una mujer que no puede entender completamente su genio creativo. Pero el milagro de Maestro es que algo funciona aquí: hay sentimiento, corazón y estilo, que compensan ampliamente algunos de los excesos más dudosos de la película.
Maestro -estrenada en el Festival de Cine de Venecia 2023-, comienza una manera trillada y lacrimógena: un envejecido Leonard Bernstein recordando a su esposa -ya fallecida- para un documental que se está realizando sobre él en sus últimos años. Durante largos momentos de la película, las cosas realmente parecen ir en la dirección equivocada, a medida que se adentra en los tropos gastados del melodrama.
La primera mitad tiene el estilo, el tono y la exuberancia de una comedia romántica de los años 40’s, cuyo centro es la química y la emoción de Lenny y Felicia (Carey Mulligan). Se conocen en 1946 en una fiesta organizada por el pianista chileno Claudio Arrau e inmediatamente se involucran a través de ingeniosos comentarios sobre su talento artístico complementario.
“La historia de amor fue más atractiva para mí en términos de contar una historia y encontrar una manera para que la gente se conecte con estas personas icónicas”, dijo la editora de la película Michelle Tesoro. “El amor se presenta en muchas formas diferentes: cómo lo aceptamos y cómo funciona en nuestras vidas no siempre es un amor romántico. Es ese tipo de cosas que “no siempre puedes conseguir lo que quieres, pero obtienes lo que necesitas”.
Las enormes actuaciones de Bradley Cooper y Carey Mulligan en Maestro
Los objetivos de Maestro son inciertos: ¿estamos viendo un retrato de la maestría musical de Bernstein? ¿la radiografía de una pareja? ¿la vida pública y privada de un hombre? No queda claro que la película llegue a representar a Bernstein como músico, y su lado queer se maneja de manera extraña, con la homosexualidad en un segundo plano. ¿Qué es, entonces, lo que funciona en Maestro? Es la pura rareza de su propuesta, su ambición desmedida y su energía anfetosa, la forma en que no tiene miedo de probar cosas.
En el papel central, Cooper es pura confianza en sí mismo, y llega al núcleo de cierta decencia fundamental que contrasta con su egoísmo. Su trabajo de voz no es sutil, pero funciona en una película hiper estilizada que se mueve entre el blanco y negro y los colores lujosos, mientras se retroalimenta de la igualmente grandiosa actuación de Mulligan.
Mulligan llena silencios con gestos y tics, pero en Maestro esa tendencia hace milagros: nos presenta a una Felicia cuyos instintos controladores y certezas equivocadas enmascaran dolor e inseguridad. Hay muchos detalles en la caracterización -particularmente en la forma en que se lanza a la conversación, con una presteza y presencia de ánimo cuya eventual erosión hace que sea aún más conmovedora- que evidencian su pelea por recuperar su compostura habitual, mientras vemos la fuerza del hábito drenando su vitalidad: esta es una actuación rica y sentida.
Maestro, la estética de la genialidad
Hay más: atrevidas transiciones de escenas con saltos de tiempo; cambios de período en color y blanco y negro de proporciones 1,33 y 1,85; una secuencia de baile explicativa; un argumento finamente escrito y filmado en plano secuencia -con un cameo inesperado de Snoopy de Charles Schulz-, y algunas momentos musicales audaces que exigen compromiso por parte del espectador. De hecho, Maestro pone a prueba la resistencia del público, especialmente con una serie de escenas de diálogo filmadas con una cámara fija, algunas de ellas a una distancia sorprendente de la acción.
Poner en primer plano la relación heterosexual de Bernstein se siente como llegar al personaje desde un ángulo oblicuo, pero Maestro es una película arriesgada, llamativa y trillada en la forma en que expresa sus intenciones. El talento invertido funciona porque coincide con un hombre tan grande como este.
El placer reside en lo comprometida y fragmentada que puede ser la película. Bradley Cooper hace una película-manifiesto, un ejercicio de estilo, en el que parece que siempre quiere demostrar algo, incluso en contra de la narrativa. Ciertas decisiones son arbitrarias, un deseo de hacer las cosas de manera diferente. Por eso Maestro nunca complacerá tanto al público como la empalagosa A Star is Born. Hay dos actuaciones descomunales en el centro, y la alquimia del cine se materializa ocasionalmente. Cuando lo hace aporta una fuerza inmensa a su proyecto.
Maestro se estrena el 20 de diciembre en Netflix.