De todas las rarezas que hacen que El Tercer Hombre (The Third Man) sea tan convincente, la más extraña es que su sublime entorno vienés fue un accidente: si las cosas hubieran sido diferentes, la película – estrenada hace 75 años, el 31 de agosto de 1949 – se habría ambientado en Londres.
La idea original surgió del guionista Graham Greene, mientras preparaba la película con el director Carol Reed y el productor Alexander Korda. Greene les mostró algunas líneas que había escrito en el reverso de un sobre: “Había dado mi último adiós a Harry hace una semana, cuando su ataúd fue bajado al suelo helado de febrero, de modo que con incredulidad lo vi pasar, sin una señal de reconocimiento, entre la multitud de extraños en la Strand”.
Fue Korda quien dijo que la Strand (una calle importante de Londres, que forma parte del área de teatros del West End) y la ciudad en sí no funcionarían; y que la película debía estar ambientada en la Viena de posguerra, cuando la ciudad estaba gobernada por estadounidenses, británicos, franceses y rusos, cada uno con su propio grupo de funcionarios sospechosos.
Greene tomó un vuelo a Viena para terminar El Tercer Hombre, la novela corta que sirve como base de la película. E inmediatamente se dio cuenta de lo que estaba diciendo Korda: las divisiones entre los cuatro poderes hacían que diferentes nacionalidades chocaran entre sí, permitiendo irregularidades, fraudes, sospechas. Las ruinas del imperio sustentaban una desesperada economía de mercado negro: era el lugar ideal para que Harry Lime de Orson Welles se deslice, desapercibido, a través de las fronteras de las zonas ocupadas y haga una fortuna con la penicilina.
Greene se sintió particularmente conmovido por los escombros de la ciudad devastada por la guerra. Le preocupaba que pudieran desinfectarla antes de que comenzara el rodaje en 1948. Esa Viena dividida funcionaba como escenario de una película deliciosamente dramática, una historia densa e inteligente sobre la deriva existencial y la traición. Su estilo glorioso era en sí un acto de desafío contra el mundo corrupto que retrataba.
Cómo se hizo El Tercer Hombre de Carol Reed
El Tercer Hombre fue realizada por hombres que conocieron de primera mano la devastación de Europa. Carol Reed había trabajado para la unidad de documentales de guerra del ejército británico y Graham Greene no sólo escribió sobre espías: también fue uno. Reed luchó con su productor estadounidense por cada detalle de la película: David. O Selznick quería rodar en sets, utilizar una banda sonora alegre y elegir a Noel Coward para el papel de Harry Lime. Su película habría sido olvidada en una semana.
Reed y su director de fotografía, Robert Krasker, idearon un estilo visual temerario e inolvidable. Los ángulos oblicuos son inverosímiles, y sugieren un mundo desordenado. Los lentes gran angular distorsionan los rostros y las ubicaciones. Y la extraña iluminación convierte a la ciudad en una pesadilla expresionista.
Reed desafió las convenciones al rodar íntegramente en locaciones de Viena, rodeado de escombros y cráteres de las bombas. La Viena de El Tercer Hombre es el lugar más particular e inconfundible que casi cualquier otro lugar en la historia del cine: la acción y la ciudad se vuelven uno, como si estuvieran atadas por el hilo invisible de la fatalidad.
El tema principal de la banda sonora fue otra señal del genio de Reed: el director escuchó una noche a Anton Karas tocar la cítara en una bodega de Viena y lo contrató. El sonido es alegre pero sin alegría, como un silbido en la oscuridad. El tema The Third Man de Karas se convirtió en un gran éxito en Gran Bretaña y Estados Unidos de los 50’s, donde fue número uno durante 11 semanas.
Greene quería un final feliz, con Holly Martins (Joseph Cotten) besando a Anna Schmidt (Alida Valli). Reed y Selznick prefirieron el final tentadoramente triste en el que Schmidt camina por la avenida del cementerio durante casi dos minutos antes de pasar a Martins e ignorarlo. Greene dijo: “Una de las pocas disputas importantes entre Carol Reed y yo tenía que ver con el final, y se ha demostrado triunfalmente que tenía razón”.
Las primeras líneas, pronunciadas por Carol Reed, son conocedoras, ágiles y conspiradoras: ‘Nunca conocí la vieja Viena antes de la guerra, con su música de Strauss, su glamour y su encanto sencillo”. Su película fue tan original (y popular) que se convirtió parte del imaginario colectivo por derecho propio. El doble agente Kim Philby (Greene basó al cobarde Harry Lime en su superior en el MI6) dio una conferencia de prensa en la que negó ser “el tercer hombre” que había delatado a los espías de Cambridge, Guy Burgess y Donald Maclean, antes de fugarse a Moscú en 1951.
El humor meta de El Tercer Hombre
El Tercer Hombre supura un humor sutil y discreto, que juega con los clichés del thriller al convertir a su personaje principal, Holly Martins, en un escritor pulp de westerns mediocres, con el que Greene puede hacer comentarios meta de propias líneas sensacionalistas:
Mayor Calloway (Trevor Howard): La muerte está en el fondo de todo, Martins. Deja la muerte a los profesionales.
Holly: ¿Te importa si uso esa línea en mi próximo western?
Holly (sobre Harry Lime): El mejor amigo que he tenido.
Mayor Calloway: Eso suena como una novela barata.
Holly: Bueno, escribo novelas cortas baratas.
Y, en el único ejemplo de un libro mencionado en una película del mismo nombre que también es el nombre de la novela corta, a Martins le preguntan en una charla literaria si está trabajando en un nuevo libro. Él dice: ‘Sí. Se llama El Tercer Hombre‘.
Orson Welles
Luego, por encima de la puesta en escena de una película perfecta, Reed incorpora a Orson Welles.
Welles -que aparece en la película sólo cinco minutos en El Tercer Hombre-, trabajó durante sólo una semana, en la que se negó a filmar en las alcantarillas de Viena por motivos de higiene. Sus escenas más importantes tuvieron que ser filmadas en un set de Shepperton.
Harry Lime permite que Orson Welles haga la entrada más famosa de la historia del cine y uno de los discursos más conocidos. La secuencia es inolvidable: el maullido del gato en la puerta, los zapatos, el desafío de Holly, la luz en la ventana y luego el plano, empujando hacia adentro, de la cara de Lime, enigmático y sobrador.
El famoso discurso de Harry Lime en El Tercer Hombre se produce durante un incómodo viaje en la rueda de Viena: Es fácil recordar la voz de Welles como Harry Lime: hablador, amigable y moderno: ‘En Italia, durante 30 años bajo el reinado de los Borgia, hubo guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre, pero produjeron a Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza tenían amor fraternal, 500 años de democracia y paz… ¿y qué produjo eso? El reloj reloj cucú’. (Greene dice que este discurso fue escrito por Welles).
El final de El Tercer Hombre
La secuencia de persecución en El Tercer Hombre es otra comunión entre la acción y la ubicación perfectas. Harry escapa hacia el sistema de alcantarillado como una rata acorralada, y Reed edita la persecución con largas vistas de alcantarillas vacías y resonantes, y primeros planos de la cara transpirada de Lime, con sus ojos buscando una salida. Hay intensas fuentes de luz fuera de campo detrás de cada esquina, que producen sombras alargadas, como si fueran de otro mundo.
La escena final de El Tercer Hombre es un suspiro largo y elegíaco, que casi no existe. Selznick y Greene querían un final feliz (el guion original decía “… su mano atravesó su brazo”), pero Reed los convenció de que estaban equivocado. La película termina como comienza, en un cementerio. Holly espera a Anna debajo de un árbol. Ella camina hacia él, pasa por su lado y luego sale del cuadro, sin mirarlo. Después de una larga pausa, Holly enciende un cigarrillo y tira el fósforo con cansancio. Joseph Cotten recordó más tarde que pensó que la escena terminaba antes, pero Reed mantuvo la cámara en funcionamiento, lo que hizo que fuera una toma inusualmente larga y absolutamente perfecta.
El Tercer Hombre refleja el optimismo de los estadounidenses -que cree en el bien y el mal simplificados de los western- y el cansancio de la Europa de posguerra. Al igual que Casablanca (Michael Curtiz, 1942), tiene un exiliado norteamericano inmerso en un mundo de traición e intrigas del mercado negro. Ambos protagonistas aman a una mujer golpeada por la guerra. Pero Casablanca está bañada por la esperanza de la victoria, mientras que El Tercer Hombre ya refleja los años de paranoia, traición y la Guerra Fría.
El héroe no consigue a la chica en ninguna de las películas, pero en Casablanca, Ilsa (Ingrid Bergman) se queda con el líder de la resistencia para ayudarlo en su lucha, mientras que en El Tercer Hombre, Anna sigue siendo leal a una rata. Holly nunca entenderá lo que hizo Anna para sobrevivir a la guerra, y ella no tiene ningún deseo de contárselo.