Dejar el Mundo Atrás de Netflix es el retrato de un país narcisista: un ataque a la nación se plantea en términos de apocalipsis, el fin del mundo. El director Sam Esmail plantea una inversión de la geopolítica mundial: una distopía en el territorio productor de distopías ajenas. Pero la película está menos interesada en las acciones subversivas que hacen colapsar al país que en sus efectos psicológicos, en cómo la crisis exacerba las tendencias individualistas, egoístas y racistas presentes en la sociedad norteamericana de hoy. El apocalipsis es ahora.
Los thrillers que se desarrollan de forma aislada permiten a los cineastas de bajo presupuesto utilizar ubicaciones limitadas a su favor, así como priorizar el drama interpersonal sobre la acción y la grandilocuencia. Pero Dejar el Mundo Atrás (Leave the World Behind) -la adaptación de Esmail de la aclamada novela homónima de 2020 de Rumaan Alam-, narra la historia de un grupo de personas que buscan refugio, sin saberlo, en el fin del mundo tal como lo conocían.
Dejar el Mundo Atrás, el apocalipsis doméstico de Netflix
La película comienza con Amanda Sandford (Julia Roberts) -una ejecutiva de publicidad con tendencia a la misantropía-, vendiendo a su marido Clay (Ethan Hawke) -un profesor de estudios de medios de masas-, unas vacaciones improvisada a Long Island junto a sus hijos (Farrah Mackenzie y Charlie Evans). Su cadencia es rígida, sus palabras son demasiado calculadas para parecer naturales. Un eco que se refleja en todos los personajes y genera el aura de incertidumbre permanente que se filtra por los agujeros del relato. Todos tienen algo que ocultar, mientras el mundo se desmorona alrededor de los personajes.
La casa que alquila la familia es hermosa, un lugar tan impresionante que Amanda apenas puede disimular la incredulidad de que su propietario, G.H. Scott (Mahershala Ali), sea un hombre negro, cuando éste aparece durante la primera noche con su hija adulta, Ruth (Myha’la) en medio de un blackout masivo. El racismo y la sospecha es lo que impulsa inicialmente Dejar el Mundo Atrás. G.H. Parece saber más de lo que deja entrever su amabilidad y aristocracia. La película se dirige a la dinámica enrarecida entre las dos familias, pero todos parecen hacer lo mismo manteniendo sus emociones bajo control, incluso cuando las señales comienzan a indicar que algunos de ellos ya han sido tocado por la tragedia.
Dejar el Mundo Atrás -producida por Barack y Michelle Obama– explora la superficie del pathos contemporáneo: el miedo y los prejuicios presentes en la sociedad actual, la dependencia personal y civilizatoria de la tecnología, el ambientalismo, la geopolítica mundial, mientras las noticias del desastre llegan a cuentagotas en medio de un blackout comunicacional. Pero la película de Esmail está constantemente suavizando su tensión y misterio inherentes, esquiva la incomodidad en favor de cierto idealismo para superar las diferencias de clase y raza.
Algunos monólogos marcan Dejar el Mundo Atrás como una película con ideas, pero permanentemente confunde ambigüedad con falta de sustancia en cómo el desastre saca lo peor de las personas. A diferencia de Llaman a la Puerta (Knock at the Cabin) de M. Night Shyamalan, a Esmail no le interesa provocar, sino hacer un oscuro y superficial exámen de la sociedad norteamericana. Una aparición tardía de Kevin Bacon como un contratista del fin del mundo corteja el desastre, para terminar subrayando la necesidad de dejar de lado las diferencias. Dejar el Mundo Atrás se contenta con insinuar una calamidad amorfa sin sumergirse en las cloacas del sistema, buscando una profundidad que nunca logra alcanzar.