The Velvet Underground nació póstuma: fue una de esas bandas subestimadas en su momento, tan adelantadas a sus contemporáneos que escribían el epitafio de su época al mismo tiempo que la vivían. Mientras el sueño tecnicolor del Flower Power tomaba forma en la costa oeste, la Velvet era puro Nueva York: urbana, cínica y nocturna.
No querían cambiar el mundo, sino mostrar su lado salvaje. Sadomasoquismo, drogas duras, homosexualidad, travestismo: el realismo sucio y el lenguaje despojado de Lou Reed le dieron al rock una nueva forma de expresarse. Combinado con la música de vanguardia de John Cale -que era parte del Dream Syndicate, un grupo que exploraba el inconsciente a través de frecuencias sostenidas en el tiempo, que llevaban al trance hipnótico-, dio como resultado un sonido oscuro, extraño, anticomercial, que alternaba momentos de violencia con momentos de sensibilidad trágica.
El tiempo les dio la razón: el hippismo fue el espejismo que anticipaba la era del yo, el hedonismo y la decadencia. La Velvet fue punk, 10 años antes del punk.
The Velvet Underground captura la estética under de Nueva York
El documental de Todd Haynes no solo hace un recorrido por la efímera historia de la banda, sino que encuentra la esencia noctámbula y rupturista del under newyorkino -una movida que combinaba las anfetaminas y la poesía, el pop art y el cine, la bohemia y lo chic-, y cuyo epicentro era la Factory de Andy Warhol. The Velvet Underground es un cargado asalto onírico audiovisual: Haynes hace del encuadre un dispositivo polimorfo para colocar distintas imágenes -a través de la pantalla dividida- que forman un collage narcótico y psicodélico, un revival de las formas no narrativas que predominaban en Nueva York a mediados de los 60’s.
The Velvet Undergroud es la historia de una banda seminal filtrada por la filosofía y la estética de Warhol. Programas de televisión de los 60’s, publicidades, imágenes abstractas, de archivo, fotos, avant pop, figuras geométricas, los filmes de Warhol, entrevistas del momento y actuales, pero sobre todo, el invaluable material rodado en la Factory, cuando era el lugar más interesante del planeta, saturado de superficialidad y creatividad, un espacio promiscuo donde los géneros se confundían y las drogas circulaban: el lugar en el que había que estar para que te consideraran cool.
Una de las primeras escenas explica de alguna manera la película: Lou Reed está casi inmóvil frente a la cámara (es el Screen Test número 1 que le hace Warhol en 1966); mira de manera imprecisa, entre el desafío y la invitación, mientras su voz en off habla de la experiencia casi mística de entrar a una sala de cine: “el largo brazo de luz que llena la oscuridad de puntos y rayos. Me vuelvo anónimo, me olvido de mí mismo. Es, como dicen, una droga”.
En el centro del relato está la música de la Velvet, su versión urbana de la psicodelia, que cambiaba los estados eufóricos y trascendentes de la marihuana y el ácido por la enajenación de la heroína y la lucidez histérica del speed. Su paso de ser parte del vodevil mediático de Warhol al minimalismo noise rock de su segundo disco, antes de encarar su lado más amable y tradicional con la salida de John Cale de la banda.
Todd Haynes, el heredero de la vanguardia
Haynes juega con las imágenes, contrastando el sonido o reforzando la narración, pero siempre de manera articulada y coherente. La edición del documental -a cargo de Affonso Gonçalves y Adam Kurnitz-, hace que el subsuelo se sienta confortable y el arte se sienta provocador.
El director sabe que no se puede entender a la Velvet sin entender el entorno en el que surgió, pero no lo muestra desde la mirada nostálgica de lo perdido, sino desde la admiración y respeto que alimentaron su cine. Haynes fue uno de los exponentes del queer cinema de los 90´s.
Ya había incursionado en el rock con dos ficciones: ese retrato fantasmagórico del glam, – lleno de purpurina, trajes elastizados y zapatos de plataforma – (Velvet Goldmine, 1998) y con la genial I´m Not There (2009), en la que logra captar la esencia de un personaje tan esquivo como Bob Dylan, no desde la fidelidad de su biografía, sino desde una mirada lúcida a sus canciones y el impacto emocional que provocan.
The Velvet Underground es un viaje inmersivo a una época y una ciudad que hervía de modernidad. Evita la museización, la rigidez que mitologiza la experiencia, para tratar el tema como un objeto vivo y dinámico. No hay linealidad ni causalidad: lo que queda es un manifiesto estético a un momento histórico y a una banda irrepetibles, una máquina hiperbólica multimedia donde la Velvet hace visible la poesía que hay en los márgenes, la vida pegajosa y excitante que hay bajo tierra.
The Velvet Underground está disponible en Apple TV+.