Crítica de Terrifier 3 de Damien Leone
Mientras el cine de terror contemporáneo se divide entre la voluntad simbólica e intelectual del “horror elevado” y la radicalidad sin concesiones, Art the Clown trasciende sus límites desde el vértice más delirante y trash del género. Terrifier 3, que traslada su festival gore desde Halloween a Navidad, constituye no solo una evolución del personaje sino una declaración sobre la naturaleza misma de la violencia.
Con Terrifier, el terror volvió a ser divertido y extravagante. Damien Leone hizo del non sense una virtud y creó un universo que asume su condición de fantasía homicida donde lo sobrenatural, el absurdo y el gore coexisten en equilibrio perfecto, con escenas surrealistas que introducen en la saga una dimensión onírica que aumenta el factor de extrañeza de la explotación física.
Para el director, la verdadera perversión no reside tanto en la violencia explícita sino en la manera en que ésta posee la cualidad de una performance. Art the Clown (David Howard Thornton) ejecuta sus crímenes con la meticulosidad de un artista y la euforia de un cocainómano, construye cada secuencia de muerte como si fuera un silencioso acto de vodevil, borrando en el camino la línea que divide al horror de la comedia negra. Un catálogo de asesinatos de autor: cada homicidio es una puesta en escena, cada cuerpo mutilado una instalación en ese museo del horror que es la saga Terrifier.
Sienna Shaw, la heroína y sus traumas
Terrifier 3 se articula en torno a la figura de Sienna Shaw (Lauren LaVera), la final girl de la segunda entrega. En ella, la violencia no solo le dejó cicatrices físicas, sino que la sumerge en una espiral de alucinaciones. Los abusos sufridos no son un evento cerrado, sino una herida abierta que contamina la realidad y la transforma en una pesadilla.
Cinco años después de los eventos de Terrifier 2, Sienna está intentando sanar tanto mental como físicamente después de haber sobrevivido a su enfrentamiento sobrenatural con el payaso asesino de Miles County. Después de salir de una nueva internación, se hospeda con su tía Jessica (Margaret Anne Florence), su tío Greg (Bryce Johnson) y su prima Gabbie (Antonella Rose) para pasar Navidad.
Mientras Sienna lidia con visiones de sus amigas asesinadas, con la culpa, con recuerdos de su padre (Jason Patric) y con el hecho de ser una especie de elegida mística, Victoria Heyes (Samantha Scaffidi), después de ser desfigurada en Terrifier (2016) y de parir la cabeza amputada de Art the Clown en Terrifier 2, tiene el cuerpo ocupado por un demonio que forma equipo con el payaso para eliminar a Sienna y a todas las personas que son importantes para ella.
Art the Clown y el Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud
Como en las entregas anteriores, Terrifier 3 no se limita a mostrar la violencia: la expone, la teatraliza, la empuja hacia el exceso. La película desafía a enfrentar al cine de terror en su forma más primaria: una terapia de shock, un golpe directo a la sensibilidad, una provocación que no busca agradar, sino incomodar. Lo esencial del miedo está en lo que no se puede nombrar, en lo que no se puede entender, y, sin embargo, no se puede dejar de mirar.
Existe una inquietante sincronía entre las teorías teatrales de Antonin Artaud y la propuesta cinematográfica de Damien Leone. Si en su Teatro de la Crueldad Artaud buscaba poner en escena “una pesadilla materializada” y proponía “atacar los sentidos del espectador por todos los medios posibles”, Terrifier 3 no permite al público mantener una distancia segura: cada acto de violencia está diseñado para provocar una respuesta física, visceral, que rompe la barrera entre la representación y la experiencia.
La decisión de ambientar Terrifier 3 durante la Navidad también resuena con la obsesión de Artaud por profanar lo sagrado; además, la película construye cada asesinato como un cargado asalto multisensorial donde la música, la iluminación y el horror físico se combinan para crear ese “teatro total” que quería Artaud, considerado irrealizable en su época, que encuentra en el cine de terror contemporáneo su actualización lisérgica.
Art the Clown emerge como la encarnación del fetichismo de violencia, que en su ritual de destrucción creativa realiza la visión de Artaud de un espectáculo que “quema imágenes en el cerebro”. El maquillaje blanco del payaso asesino equivale a las máscaras rituales que el poeta admiraba del teatro balinés: ambos elementos sirven para despersonalizar al ejecutante y convertirlo en un vehículo de fuerzas primitivas. Su mutismo expresionista conecta directamente con el rechazo de Artaud hacia el teatro basado en el texto. En su lugar, ambos privilegian un lenguaje físico, gestual y violento que busca menos contar una historia que inducir un estado alterado en la conciencia del espectador.
Esta gramática de la violencia construye un discurso que, como pretendía Artaud, trasciende las limitaciones del lenguaje verbal. Por supuesto, donde Artaud buscaba acceder a verdades más profundas y perturbadoras sobre la naturaleza humana, Terrifier 3 es anti filosófica: es la presentación de la barbarie no domesticada, un acto de resistencia a la tendencia actual del cine de horror hacia la sofisticación.
Mientras muchos de los nuevos exponentes del género apuestan por la alegoría, el trauma psicológico y la simbología, Leone opta por la brutalidad pura, por una narrativa en la que el horror no necesita ser elevado para ser efectivo. En el corazón de Terrifier 3 está la convicción de que el terror debe seguir siendo trash, incómodo, vulgar.
Terrifier 3 y el cine de terror contemporáneo
La saga Terrifier se ha convertido en un fenómeno cultural que desafía las convenciones del mainstream con una experiencia cinematográfica que es tanto una sinfonía de excesos como una reflexión sobre los límites del entretenimiento en el post modernismo. Cada entrega es un comentario sobre la fragilidad de la carne, sobre la capacidad del ser humano para soportar (y disfrutar) la representación gráfica de su propia destrucción.
Leone despliega un arsenal de efectos prácticos que conectan la película con el cine de terror de los 80’s. Pero Terrifier 3 es un paso atrás en la estética de la saga: allí donde las películas anteriores encontraban una belleza retorcida en su atmósfera saturada, llena de suciedad, cuerpos sexys maltratados, luces de neón y sintetizadores, la última entrega utiliza la fotografía anamórfica y la iconografía y la música navideña como un escenario kitsch que resalta la fealdad de la violencia representada.
Terrifier 3 es un punto de inflexión en la evolución del cine de terror contemporáneo. Una película que, como su protagonista, nunca se detiene en el punto del dolor. Va más allá, hacia un lugar donde la brutalidad se convierte en un fin en sí mismo y el arte en una provocación que no necesita dar respuestas. Es enferma, psicodélica, incoherente. God Save Art the Clown.