Tár (2022), la sinfonía de la artista torturada de Todd Field
Tár es muchas cosas: un obra maestra del cine contemporáneo, una radiografía de la cultura del siglo XXI, un estudio sobre las relaciones de poder y un monumento a la actuación de Cate Blanchett. Tár captura las frecuencias del zeitgeist actual con oído absoluto, a través del retrato de un personaje frío, insensible, calculador, eminente, autoritario, que posee todos los excesos de alguien celebrado por su excepcionalidad y su talento, que necesariamente entra en conflicto con la corrección política de un mundo que ya no tolera los abusos de su complejo de superioridad.
Un cultura en la que el conocimiento ocupa 140 caracteres y no se escucha a Bach porque la mentalidad patriarcal modelo siglo XVIII del compositor no coincide con lo que se considera aceptable en el siglo XXI, choca contra la erudición, la monomanía y la sensibilidad musical de Lydia Tár (Blanchett), una de las directoras de orquesta más prestigiosas del mundo. También es una experta de la vida de los compositores, capaz de traducir esos fragmentos de la experiencia creativa en los estados de ánimo escondidos entre las notas de las grandes obras de los maestros.
Quizás la película hable de una sola cosa: la relación conflictiva entre la vida del artista y el arte que produce.
En una clase en el Conservatorio de Nueva York, Max, un estudiante afroamericano que se autopercibe como BIPOC y pangénero, comenta que no le atrae la música hecha por blancos y cisgéneros. Lydia supura cierta alergia a la estupidez y la ignorancia. Intenta abarcar la cultura de la cancelación de una manera filosófica, pero no puede evitar torturar a Max: “Frena tus ganas de sentirte ofendido. El narcisismo por las pequeñas diferencias conduce al conformismo más aburrido. El problema de declararte un disidente epistémico ultrasónico es que si el talento de Bach puede reducirse a su género, país, religión, sexualidad… el tuyo también”.
Por Tár circula un discurso ilustrado y elitista, pero no prohibitivo. Es un viaje a la poesía oculta en el lenguaje emocional de la música clásica a través de una figura polémica. Pero además es un estudio de personaje, la crónica de la decadencia gradual de una mujer en la cima de su carrera, que entra en una espiral de abusos y manipulación, amparada en el convencimiento de su autoridad moral e intelectual sobre los demás.
Cate Blanchett y el teatro de la crueldad
Lydia Tár es la directora de la Filarmónica de Berlín; preside Accordion, un fondo de becas para músicas jóvenes, sobre el que comenzaron a circular los rumores de ser también un proveedor de placeres lésbicos para Lydia; está a punto de publicar un libro autobiográfico; y, después de un retraso por la pandemia, prepara un concierto que será grabado para completar su colección de grabaciones de Mahler.
Tiene una relación a largo plazo con una integrante de la orquesta, Sharon (Nina Hoss), con quien está criando a una hija; y también un interés rejuvenecedor por la nueva cellista rusa (Sophie Kauer); ya decidió reemplazar al director adjunto de la Filarmónica: una de las candidatas es su asistente, la obstinadamente leal Francesca (Noémie Merlant), pero no es la única.
El tratamiento de la película de la política de identidad, del choque generacional y de los temas de separación arte/artista son solo algunos aspectos del guion intransigente de Field, hecho a la medida de la interpretación monumental de Blanchett, que utiliza todo el rango dinámico de sus gestos, de su aspecto y su voz para siempre decir menos y sugerir más del mundo interno de Lydia, donde la genialidad, la fama, el dinero y la música moldearon una personalidad imperial y maldita.
Si con La Pianiste (2001), Michael Haneke mostró el mundo de la música clásica como un ecosistema cerrado en el que subyacen inconfesables neurosis psicosexuales, Todd Field hace una versión más casta, pero igualmente llena de alienación, autoexigencia y maltrato. Porque Lydia Tár crea un teatro de la crueldad personal dirigido por su ego, hasta que descubre que es admirada por todos, deseada por muchos, pero amada quizás sólo por ella misma.