Pocas películas logran superar el desafío de recrear una revolución, y aún menos transformar ese instante en experiencia cinematográfica. Con una euforia urgente y despreocupada, Saturday Night (2024) lo logra. Dirigida por Jason Reitman y escrita junto a Gil Kenan, la película pone en escena el juego, azar y excitación de las horas previas al debut de una de las instituciones más influyentes de cultura pop. Menos una crónica que una mitografía, es la reconstrucción de la noche del 11 de octubre de 1975, la más caótica y genial en la historia de la comedia televisiva: el nacimiento de Saturday Night Live.
Reitman y Kenan entienden que esto no es solo un backstage: es la historia de origen de un terremoto cultural. Saturday Night equilibra nostalgia, irreverencia e historia para elevar un evento —la transmisión de un programa piloto— al estatus de mito. Con un ritmo desbordado, cámara en mano y mucho plano secuencia, el guion utiliza el tiempo real como herramienta narrativa, comprimiendo esos 90 minutos definitivos en un desfile de crisis, egos mal medicados y decisiones desesperadas. Un caos fundacional que captura la energía de crear algo completamente nuevo, el espíritu crudo y subversivo que definirá a toda una generación de comediantes.
El reparto de Saturday Night
El reparto de la película tiene una química eléctrica. Gabriel LaBelle interpreta a Lorne Michaels con una mezcla de genialidad visionaria, ansiedad autodestructiva y pánico mal disimulado. Es la voz de la razón que intenta domar a un plantel de inadaptados.
Dylan O’Brien captura la energía maníaca de Dan Aykroyd, mientras que Cory Michael Smith da vida al arrogante descaro de Chevy Chase. El John Belushi de Matt Wood es una fuerza de la naturaleza impredecible, mientras que el momento Andy Kaufman de Nicholas Braun es un acto de genio cómico o de sublime idiotez, que muestra la capacidad del programa de convertir lo extraño en icónico, lo absurdo en una forma de pensamiento. Las figuras femeninas del elenco inicial —Gilda Radner, Jane Curtin y Laraine Newman— son relegadas a un segundo plano, reflejo de las tensiones de género que SNL tardaría décadas en confrontar plenamente.
Saturday Night, una revolución cultural en 90 minutos
La génesis de SNL fue tanto un acto de resistencia como un experimento de colaboración forzada. Saturday Night es una radiografía del momento en que la televisión mainstream se permitió ser contracultural. La NBC de mediados de los 70 es menos un estudio que un campo de batalla donde se negocia la sintaxis de la comedia posmoderna: Michaels no sólo debe enfrentar a su elenco descontrolado, sino también a los censores, a las estrellas obsoletas de la NBC y a las expectativas de los ejecutivos, Dick Ebersol (Cooper Hoffman) y David Tebet (Willem Dafoe).
Saturday Night no es un documental ni una biopic: es un dispositivo entrópico donde el caos no es un problema sino una droga. No narra lo que sucedió, sino lo que pudo haber sucedido. Un laboratorio donde la comedia no es un género, sino un estado de mutación permanente. Las referencias a futuros sketches —como el monólogo inaugural de Chevy Chase o la participación incómoda de Jim Henson con sus Muppets— funcionan como un eco de su propia memoria cultural: refuerzan la idea de que la película no es sólo una crónica de los orígenes de SNL, sino un homenaje cargado de nostalgia.
La película no reconstruye un momento histórico, lo inventa. Lo fabrica. Es un documento que lee la historia no como una sucesión de acontecimientos, sino como una constelación de tensiones: entre lo underground y lo comercial, entre la provocación y la representación, entre el chiste y su ideología. Cuando funciona, Saturday Night es una celebración del riesgo creativo, el testimonio de uno de esos momentos irrepetibles, cuando un grupo de gente talentosa y sin nada que perder puede cambiarlo todo.