Los Espíritus de la Isla, la obra maestra de Martin McDonagh
En una isla remota frente a la costa de Irlanda, dos amigos están en desacuerdo: uno de ellos, sin motivo aparente, decide terminar la relación, dejando al otro descender por una espiral de dolor y desesperación. El guionista y director de The Banshees of Inisherin (Los Espíritus de la Isla), Martin McDonagh, toma esta simple premisa y la enciende, usándola como telón de fondo para explorar el conflicto en el hombre, la naturaleza del orgullo y el rencor, la importancia de la amistad y las curiosas aristas del ego masculino.
Ambientada en 1923 en la pequeña isla ficticia de Inisherin, la película comienza con Pádraic (Colin Farrell) mientras camina hacia la casa de su mejor amigo Colm (Brendan Gleeson) para su habitual reunión de las 2 pm. Pero, sorprendentemente, él rechaza su invitación y decide terminar con su vieja amistad. Devastado y confundido, Pádraic encuentra algo de apoyo en su hermana, Siobhán (Kerry Condon), así como en Dominic (Barry Keoghan), el hijo del policía del pueblo, mientras que Colm pide obstinadamente una vida pacífica libre de Pádraic para seguir tocando su violín. El amigo herido se niega a aceptar sus términos.
La tensión que puebla, y eventualmente destruye, la relación de sus personajes es devastadora. El conflicto entre Colm y Pádraic se siente evitable al comienzo de la historia, pero a medida que se avanza y la terquedad de cada personaje aumenta, ese problema simple se convierte en una herida aguda que consolida la película como una tragedia solemne. Esta ruptura y este rechazo es el espejo de una nación en desacuerdo consigo misma.
Una de las elecciones más reflexivas de Los Espíritus de la Isla es la presentación del mundo natural como contraste con el conflicto de Pádraic y Colm. El editor Mikkel EG Nelson hace un trabajo enorme al dividir las escenas tensas de la película empalmándolas con las imágenes de las colinas ondulantes de Inisherin, los impresionantes acantilados junto al mar y el ganado.
Cada simple imagen centra a la película en un marco de belleza y elegancia ininterrumpidas, antes de dar paso a escenas más tensas de conflicto emocional. Sirve como un lienzo en blanco para que sus personajes creen, pero también representa el encanto inmaculado de Irlanda antes de que la Guerra Civil condujera a una devastación generalizada.
La película gira sobre la incapacidad de Pádraic para entender por qué Colm cerraría la puerta a años de amistad: hay una necesidad profunda y desesperada por su parte de ser validado y escuchado por Colm, quien se dio cuenta de que en realidad no necesita a Pádraic para hacer frente a su propio dilema existencial. En cambio, Colm recurre a la música para liberarlo de su temor y le dice que la ruptura de la amistad se debe a su deseo de pasar el resto de su vida en Inisherin al servicio del arte y la “paz”.
Es la resistencia fundamental de Pádraic al cambio lo que lleva a una carnicería similar a la guerra. Pero también se trata de hombres sin ningún marco o infraestructura emocional, hombres que dependen de lazos como el que tenían para sobrevivir. El rechazo de Colm a ese vínculo tal vez tenga la intención de darle una lección a Pádraic, o más bien, alentar una vida solitaria pero colorida, libre de la trampa lógica de la monotonía.
Irlanda como un campo de batalla existencial
McDonaugh sabe que no es suficiente hacer una película que diga los hombres también pueden sentir cosas. La necesidad y la dependencia provienen de enormes vacíos creados por las inseguridades. Los Espíritus de la Isla hace un trabajo estremecedor al explorar la forma en que los hombres pueden recurrir a la violencia o, en el caso de Colm, a la automutilación, debido a la forma en que pueden mutar esos sentimientos de pérdida, rechazo o temor. Con la guerra civil como trasfondo, la batalla que se libra en Inisherin es sobre todo emocional.
El rechazo de Colm a un hombre que lo necesita profundamente es exasperante. ¿Comprensible? Sí. ¿Cruel de forma intencional? No. Y, sin embargo, las ramificaciones de esta decisión son desastrosas, porque Pádraic carece de la capacidad para reconocer las intenciones de su antiguo amigo. Ya no es una cuestión de comunicación: los repetidos intentos de Colm de cortar el contacto con Pádraic son humillantes y claros. Se trata del costo de perder el propósito, que si Pádraic debe sufrir debido a la búsqueda de paz de Colm, entonces a Colm no se le debe otorgar la paz.
Como alegoría de la guerra civil, la historia está bien trabajada y es profundamente reflexiva. Pero, en general, la película deja un sabor amargo por el énfasis profundo que hace en la soledad y la tensión lenta que produce la pérdida. Las actuaciones de Farrell, Gleeson y Condon están en su punto más alto, y es un placer disfrutar de sus interpretaciones multidimensionales. La película puede ser solemne, pero hay muchas verdades hermosas que McDonagh, su elenco y equipo descubren en la ficticia de Inisherin.
Los Espíritus de la Isla elude cualquier explicación fácil sobre el oscuro miedo existencial que presenta con seca irreverencia. La película es un reflexión agridulce sobre la historia de la tierra natal del director, donde la gente luchó consigo misma por la paz y no logró entender cómo nunca fue una opción. Puede que Colm y Pádraic detengan su guerra civil, pero ¿qué han conseguido después de todo este tiempo? El paisaje pintoresco desaparece cuando regresan a las cámaras oscuras y silenciosas de sus hogares. Solo los que han escapado, de una forma u otra, pueden esperar encontrar alguna razón para vivir.