Crítica Kraven el Cazador (2024): Otro clavo en el ataúd del Spider-Verse de Sony

Kraven el Cazador es un intento fallido de redimir a uno de los villanos más complejos de Marvel, que no logra disimular la agonía del universo Spider-Man de Sony.
2/5

Hay en Kraven el Cazador (Kraven the Hunter) una pulsión primitiva, una lucha entre la grandilocuencia de la naturaleza y la arrogancia de quienes intentan dominarla. Esta dualidad, encarnada en Sergei Kravinoff, podría haber sido el corazón de la película, una exploración del conflicto entre instinto y moralidad. Sin embargo, lo que prometía ser una experiencia cargada de simbolismo y profundidad, termina siendo un eco vacío de lo que alguna vez fue un antihéroe fascinante.

J.C. Chandor, un director cuya filmografía parecía inmune a los delirios de Hollywood, firma aquí su rendición. Es como si hubiera decidido que su legado cinematográfico merecía un acto de autodestrucción controlada. Kraven el Cazador es un intento desesperado de revitalizar un universo en declive, que carga el peso de expectativas comerciales y creativas desproporcionadas: es la autopsia de los restos de un cuerpo narrativo que alguna vez tuvo músculos, nervios, una estructura reconocible. Como un organismo herido que se resiste a morir, la película es el suspiro final de un experimento cinematográfico que hace rato perdió su horizonte, su brújula, su sentido.

La premisa prometía una buena historia: Sergei Kravinoff, un cazador obsesionado con la presa más peligrosa, debía enfrentarse a su propia monstruosidad y a un linaje de violencia paterna que lo define. Pero este potencial queda enterrado bajo infinitas capas de malas decisiones creativas. Kraven el Cazador no es un filme de superhéroes: es el obituario de un género que se devora a sí mismo.

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Aaron Taylor-Johnson como Sergei Kravinoff en Kraven el Cazador de Sony

Sergei Kravinoff, el antihéroe de Aaron Taylor Johnson

El guion de la película es un catálogo incoherente de escenas que intentan conectar una historia de origen con un arco de redención. Desde su prólogo, en el que un joven Sergei hereda de su padre una cosmovisión brutal sobre el poder y la debilidad, hasta las secuencias finales que buscan con un optimismo esquizofrénico abrir la puerta a una secuela, Kraven el Cazador no encuentra su tono, no sabe qué quiere ser.

Aaron Taylor-Johnson encarna a Sergei Kravinoff como quien cumple una condena. Su Kraven es menos un personaje que un maniquí de músculos, un catálogo ambulante de poses viriles que no logra ocultar el vacío absoluto de su interioridad. Cada movimiento es una cita de otras películas, otros héroes, otras mitologías. El viaje de Sergei como antihéroe carece de matices: de un adolescente traumado que rechaza la violencia de su progenitor, se convierte en un cazador justiciero cuyas motivaciones nunca se exploran. ¿Qué impulsa realmente a Kraven? ¿Es un redentor, un vengador o simplemente un hombre perdido?

El padre, interpretado por un desmesurado Russell Crowe, encarna el arquetipo del déspota trágico, pero su grotesco acento ruso y sus frases grandilocuentes diluyen todo impacto emocional. Alessandro Nivola, como Rhino, parece ser el único que comprende la naturaleza terminal del proyecto. Su interpretación es tan delirante, tan completamente desquiciada que resulta hipnótica. Es como si hubiera decidido hacer una parodia de villano con una convicción que atraviesa la pantalla.

La saturación de personajes secundarios – al que hay que sumarle Foreigner, cuyos poderes nunca se explican con claridad – no solo desdibuja a Sergei, sino que diluye el impacto de la historia. La película, en lugar de centrarse en el protagonista y en la complejidad de su psique, parece obsesionada con sentar las bases de un universo expandido en estado de colapso inminente.

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Aaron Taylor-Johnson como Sergei Kravinoff en Kraven el Cazador de Sony

Kraven el Cazador, un espectáculo visual decepcionante

En un género que depende de sus efectos visuales, Kraven el Cazador fracasa rotundamente. Las criaturas digitales que pueblan su mundo – leones, lobos y rinocerontes – son incapaces de transmitir la majestuosidad o la ferocidad necesarias para sustentar la mitología del cazador. Cada león, cada persecución, cada transformación es un manifiesto de la imposibilidad.

Las escenas de acción carecen de creatividad y tensión. Incluso las pocas secuencias que muestran a Kraven en plena cacería, como la persecución de un camión en las calles de Londres, se sienten mecánicas y vacías. La dirección de Chandor, que en El Año Más Violento (A Most Violent Year) demostró dominio del ritmo y la atmósfera, aquí se percibe como genérica y sin rumbo. La cámara parece indecisa, incapaz de capturar la intensidad física de Kraven o la brutalidad visceral de sus enfrentamientos.

Kraven el Cazador no solo falla como película individual, sino que también subraya las debilidades estructurales del Spider-Verse de Sony. En su afán por convertir a los villanos clásicos de Spider-Man en antihéroes independientes, el estudio ha perdido de vista lo que hace interesantes a estos personajes: su complejidad como antagonistas. Kraven, lejos de ser un cazador temible y trágico, se convierte en un héroe genérico con una moralidad difusa y un discurso ecológico que nunca se integra realmente en la historia.

El resultado es una película que no tiene claro su propósito. ¿Es una obra de acción? ¿Un drama psicológico? ¿Una parábola sobre la redención? En definitiva, Kraven el Cazador es un recordatorio amargo de los peligros de adaptar personajes complejos sin una visión clara ni un respeto por sus raíces. Lo que podría haber sido una exploración profunda de la relación entre humanidad y naturaleza, entre cazador y presa, se reduce a un espectáculo olvidable.

Kraven el Cazador no es una película para ser vista, es un documento para ser analizado. Un caso de estudio sobre los límites de la representación, sobre cómo los géneros mueren, no con un estruendo, sino con un susurro. Al final, lo único que queda es la imagen de un cazador sin presa, de un héroe sin historia, de un universo cinematográfico convertido en un museo de la redundancia. Kraven el Cazador es menos una película que un epitafio. Y como todo buen epitafio, solo puede leerse como una advertencia.

CRÉDITOS

KRAVEN EL CAZADOR (2024)

critica kraven el cazador

Dirección

J.C. Chandor

Guion

Matt Holloway, Art Marcum, Richard Wenk

Fotografía

Ben Davis

Música

Evgueni Galperine, Sacha Galperine

País

Estados Unidos

Duración

126 minutos

Reparto

Aaron Taylor-Johnson, Russell Crowe, Ariana DeBose, Fred Hechinger, Alessandro Nivola, Christopher Abbott, Levi Miller

TRÁILER

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