Hasta los Huesos: la carne como un campo de batalla
Son jóvenes, sexies y caníbales. Lee (Timothée Chalamet) tiene algo de vagabundo, de marginal no domesticado: un pasajero en tránsito permanente por las tierras olvidadas del american dream, que ha aceptado sin escándalo la adulteración de sus instintos; Maren (Taylor Russell) mantuvo sus pulsiones carnívoras en la clandestinidad por demasiado tiempo, y ahora carga la culpa y el asco que le produce querer comerse a otra persona: es un engendro en la era de la corrección política.
Luca Guadagnino hace de la carne un campo de batalla donde se trazan las fronteras de lo humano, donde la anatomía es una fórmula inestable, una zona franca abierta a todo tipo de apetitos, adicciones y deseos. Bones and All (Hasta los Huesos)es un dispositivo cinematográfico simbólico e infeccioso que mezcla el horror, la psicología y el erotismo para decir algo sobre el presente de una sociedad medicalizada aficionada al consumo masivo de los cuerpos.
Estamos a mediados de los 80’s y Maren es una estudiante de secundaria de dieciocho años sin muchos amigos y con un padre-carcelero (André Holland) que la encierra en su casa después del colegio. Ella tiene las ansiedades y necesidades de una adolescente, por eso una noche se escapa para ir a un tranquila fiesta de pijamas con otras chicas, y termina comprendiendo que las intenciones de su padre eran menos retorcidas que razonables: no eran para protegerla de los demás, sino para proteger a los demás de ella.
Abandonada por su progenitor, Maren decide buscar a su madre, perdida en algún lugar de Norteamérica. Se cree única. Pero en el camino conoce a Sully (Mark Rylance), un viejo inquietantemente amable que se obsesiona con ella y le revela que hay más “comedores”, que pueden reconocerse a través del olfato. Pero es el encuentro con Lee el que despierta una urgencia romántica y sexual, la búsqueda de un equilibrio imposible entre su aspiración a la normalidad y el más antisocial de los instintos.
Luca Guadagnino en las fronteras de lo humano
Una emocionante Taylor Russell le inyecta la dosis necesaria de melancolía contenida a un personaje joven en su camino de conciencia y autoaceptación; Timothée Chalamet es puro carisma y determinación para representar al caníbal como el outsider definitivo. Hasta los Huesos es una oscura road movie en la que marchar evoca una forma de nostalgia (Maren) o de resistencia (Lee).
Los que marchan son individuos singulares que quieren aventurarse corporalmente en el mundo, a la búsqueda de sí mismos y de los lugares. La marcha como prueba moral, como triunfo de la libertad del cuerpo, como apertura a la memoria de la historia personal y a la relación con el otro. Viajeros errantes en busca del Paraíso o del Infierno. Luca Gadagnino construye un estado de fuga de las fronteras del yo y la atracción por las regiones oscuras y solitarias donde se pierde toda orientación.
El cine ha elaborado un reconstrucción imaginaria del espacio norteamericano, donde los lugares de tránsito han funcionado como arquetipos, decorados simbólicos que formalizan una estética de la repetición y de la desaparición. Hasta los Huesos evoca un vagabundeo sostenido por las imágenes de un territorio huérfano, en el que el caníbal es un cuerpo psicótico que interroga a la muerte, la pone en escena y la exorciza en una exótica y sonámbula ceremonia carnívora.
La película está llena de referencias al despertar sexual, a lo queer y a la drogadicción, pero no establece el canibalismo como una metáfora precisa de estas cuestiones, sino que posiciona la precariedad aventurera y física de una imaginaria sociedad paralela de monstruos con rostro y sentimientos humanos como espejo de muchas de las discriminaciones y mezquindades del mundo exterior. Hasta los Huesos es una película de terror, una coming of age y una historia de amor, en la que Guadagnino construye cada plano con crudeza y sin paternalismos, con el cuerpo como centro de gravedad y el asfalto como único horizonte existencial.