Crítica Ellas Hablan de Sarah Polley
Caminos de tierra y casas rústicas conforman una aislada colonia religiosa, en la que ocho mujeres se reúnen para conversar. Las mayores lideran. Los dos más jóvenes se trenzan el cabello. Hablan durante horas, tratando de llegar a una decisión antes de que los hombres que las lastimaron regresen a la comunidad. A menudo, critican las palabras de las demás: por qué las eligen, cómo las usan y qué significan. ¿Es lo mismo “huir” de su comunidad que “dejarla”? ¿Obligarse a sí mismas a perdonar a sus violadores equivaldría al verdadero perdón?
Las palabras pesan y dan forma a nuestras experiencias, nos permiten contar nuestras historias y dar sentido a nuestro lugar en el mundo. También permiten denunciar injusticias e imaginar futuros alternativos. Women Talking (Ellas Hablan), dirigida por Sarah Polley, sigue a un grupo de mujeres mientras encuentran las palabras para decir sus experiencias de violencia e imaginan colectivamente un futuro que podría poner fin a los abusos que soportan. Saben que el silencio no las protegerá, que el horror debe convertirse en palabras, y esas palabras en acción.
En su ensayo Placer Visual y Cine Narrativo, la teórica de cine británica Laura Mulvey concluyó que la única forma de romper la mirada masculina en el cine es liberar la mirada de la cámara en su materialidad en el tiempo y el espacio y dirigir la mirada de la audiencia hacia la dialéctica.
Al hacerlo, el espectador pierde los placeres que brindan las películas convencionales dirigidas por hombres, pero recupera un sentido de equidad sexual. Cuando los cineastas ponen en primer plano la dialéctica y crean esa sensación de desapego, pasan del mainstream a la vanguardia. Polley logra trasponer estos criterios de Mulvey para lograr una expresión feminista dentro del modelo cinematográfico de Hollywood.
Ellas Hablan comienza con un texto en pantalla: “Lo que sigue es un acto de imaginación femenina”. Basada en la novela homónima escrita por Miriam Toews publicada en 2018, tanto la película como el libro son una respuesta imaginaria a los ataques perpetrados por los hombres de una comunidad menonita en Bolivia contra 100 mujeres y niñas, a las que drogaron y violaron durante años y se les hizo creer que soñaron esos abusos. La directora eligió a algunas de las actrices más importantes de Hollywood para convertirlas en las voces de estas mujeres.
La película está ambientada casi exclusivamente en un granero en el que las mujeres -interpretadas por Frances McDormand, Rooney Mara, Claire Foy y Jessie Buckley-, se reúnen en secreto para decidir si quedarse o marcharse tras los ataques. No pueden redactar las actas de su reunión, ya que son analfabetas, lo que recuerda el poder de exclusión del lenguaje: que el lenguaje está hecho por el hombre y por lo tanto sirve a quien lo creó y margina a quien él decide.
La historia apenas detalla la brutalidad de los ataques. En cambio, centra la atención en la conversación, que evalúa las posibilidades que tienen. No es que Polley alguna vez muestre cómo termina su mundo o en qué se convierte. Al igual que la novela, la película comienza después de que los violadores fueron arrestados y los hombres restantes fueron a pagar la fianza para liberarlos.
Polley resiste el impulso de representar las escenas más dramáticas. No muestra a los hombres que irrumpen en la reunión o a los dos niños que amenazan con exponer los planes de las mujeres. Su película se enfoca en el desarrollo de la discusión sobre si deben quedarse y luchar, o dejar el único hogar que conocen.
Cada escena, como resultado, rastrea la evolución de la discusión. Los cambios bruscos en el tono y el comportamiento se vuelven enormes. Incluso embarcarse en esta reunión, sugiere la película, es un acto de valentía. Es más fácil vivir en blanco o negro que en un gris lleno de preguntas complicadas, pero es ahí dónde reside la vida y ellas lo están aprendiendo. La historia recuerda el valor del lenguaje: su capacidad de contexto, de debate constructivo y, al final, de sanación colectiva.
La elección de la directora de no definir un lugar específico para el desarrollo de la narración es una decisión audaz que contribuye a crear una atmósfera de incertidumbre. Este enfoque, sin embargo, no es accidental, sino que refleja la angustia que sienten las mujeres en todo el mundo, sin importar su ubicación geográfica, debido a la violencia que sufren.
La falta de ubicuidad también invita a reflexionar sobre la complicidad que tienen las sociedades y sistemas patriarcales contemporáneos en la perpetuación de la violencia contra mujeres y niñas. De este modo, se busca evitar que se descarten los ataques atroces como resultado de un contexto nacional, cultural o religioso particular.
Ellan Hablan logra capturar el desorden de la acción colectiva y la belleza de la solidaridad. De esta manera, transmite una sensación de entusiasmo sobre lo que podría ser posible en el futuro, sin caer en ingenuas ilusiones sobre la lucha y el sacrificio que serán necesarios para lograrlo.
En línea con el movimiento Me Too que alentó a las mujeres a abrirse al diálogo, compartir sus experiencias y encontrar soluciones, la película logra capturar de manera magistral el desorden y la complejidad de la acción colectiva, pero también la belleza y la fuerza de la solidaridad femenina. Al hacerlo, expande una poderosa sensación de esperanza, abierta a un mundo más justo e igualitario para las mujeres.
Dirección: Sarah Polley Guion: Sarah Polley, Miriam Toews, basadas en la novela de Miriam Toews Fotografía: Luc Montpellier Música: Hildur Guðnadóttir País: Estados Unidos Año: 2022 Duración: 104 min. Con Rooney Mara, Claire Foy, Ben Whishaw, Jessie Buckley, Frances McDormand, Judith Ivey, Sheila McCarthy, Michelle McLeod, Liv McNeil.