El Salario del Miedo es una de las obras maestras de Henri-Georges Clouzot. Palma de Oro en 1953, éxito de crítica y público y piedra angular del cine popular francés, la película ya había tenido un descendiente tan ilegítimo como sublime: Sorcerer de William Friedkin, un filme maldito de rodaje legendario, devenido objeto de culto relativamente inexpugnable del otro lado del Atlántico. Ahora, Netflix confía en un veterano del cine como Julien Leclercq para transformar estas dos piezas llenas de explotación, misoginia y masculinidad tóxica en una película de acción de bajo perfil.
El Salario del Miedo de Clouzot es, sobre todo, una cínica radiografía del capitalismo: un manifiesto sobre cómo la pobreza a largo plazo rompe la psiquis de los hombres y la vida lumpen y sin expectativas produce una especie de precariedad de la existencia, atada a cualquier propuesta de trascender la miseria aunque signifique perder la vida en el proceso.
La versión de Netflix sólo mantiene la estructura de la historia: hay un pozo de petróleo en llamas y un equipo de mercenarios debe transportar una enorme cantidad de nitroglicerina a lo largo de 800 kilómetros en menos de 24 horas para evitar que las reservas de gas ubicadas debajo del pozo exploten y arrasen con el pueblo adyacente.
Cuatro protagonistas, dos camiones llenos de tubos de un explosivo inestable, cientos de kilómetros de carreteras sinuosas y pobladas de peligros. Franck Gastambide y Alban Lenoir son los hermanos chantajeados para que emprendan la peligrosa aventura. En su viaje por el paisaje desértico de un falso Oriente Medio plagado de caos y terrorismo van la activista de una ONG (Ana Girardot) y el hombre de confianza de la empresa petrolera (Sofiane Zermani).
El Salario del Miedo, la remake y la nada
En El Salario del Miedo de Clouzot no es la promesa de gloria la que impulsa a los conductores a asumir el trabajo, sino el dinero: la película explora hasta qué punto están dispuestos a llegar para obtenerlo. Pero la versión de Netflix sustituye su contenido social y existencial por chantaje, redención fraterna y una historia de amor peligrosa. Para Leclercq no se trata de competir con la profundidad de sus predecesoras: estamos aquí por los músculos y las explosiones.
La comparación son injustas, pero si hablamos 71 años después del Salario del Miedo de Clouzot como insuperable es por una razón: su gestión del tiempo. El tiempo que se expande, se comprime, que destila en cada mínimo gesto la ansiedad y la tensión brutal de la película: un camión perpetuamente a punto de explotar. Tan pronto como cerraron la puerta del camión, los matones de Clouzot habían sellado un destino que ya no estaba en sus manos.
En la versión 2024 la historia avanza sin detenerse, sin una pauta asumida y sin impacto. Los miembros del equipo de Alban Lenoir y Franck Gastambide parecen dirigidos por la mano invisible de un guion que obedece a las reglas simplistas del género: sobrevivir hasta que aparezca el próximo peligro, desafiando una cualquier ínfula de verosimilitud y sentimiento de tragedia. Atacados por guerreros del desierto, amenazados por minas antitanques, los personajes y la propia película parecen olvidar su objetivo principal a pocos metros de distancia: tubos a punto de explotar, que ahora parecen simplemente inofensivos.
Mientras que las versiones de Henri-Georges Clouzot y William Friedkin se destacaron por su maestría visual y temática (Clouzot es tan cínico y sutil como pegajosa y torturada es la de Friedkin), El Salario del Miedo realizada por Julien Leclercq tiene los ojos puestos en Mad Max: Road Fury, pero no se destaca de cualquier otra película de acción moderna. Por eso la versión 2024 no transmite un mensaje, ni visión, ni discurso social: se parece tanto a la de 1953 o 1977 como Martes 13 se parece a Psicosis.
Ésta es, en definitiva, la tragedia de esta remake improbable: ni escandalosa ni verdaderamente desinhibida, está condenada al olvido. Básicamente, la saga de El Salario del Miedo nos recuerda sobre todo que el buen cine trasciende el deseo de franquicia y las malas ideas de las plataformas que buscan parasitar por cualquier medio los triunfos del pasado.
El Salario del Miedo está disponible en Netflix.