Dexter Morgan es el asesino en serie con fobia a morir. Desde su debut en 2006, es una especie de espejo negro de la televisión contemporánea. Pero, ¿qué ocurre cuando el relato de un personaje parece agotarse y, sin embargo, el personaje persiste? La respuesta es Dexter: Pecado Original (Original Sin), una máquina del tiempo gonzo que nos lanza a 1991, cuando nuestro psicópata favorito era apenas un recién graduado de medicina con la muerte en los ojos y un código en el corazón.
Las precuelas son un terreno inestable. La serie original ya había explorado extensamente el pasado del protagonista mediante flashbacks que mostraban su infancia, su relación con Harry y su primer asesinato, lo que deja poco espacio para que Pecado Original innove sin caer en la redundancia. ¿Hacían falta más respuestas sobre el origen de Dexter? ¿O estamos frente a otra muestra de nostalgia reciclada, el eco de un eco?
Dexter: Pecado Original es un ejercicio arqueológico de la formación de un asesino. Desentierra capas de sentido, de procedencia, de génesis. La serie no intenta explicar a Dexter. Lo rodea. Lo circunda. Lo observa como un entomólogo observaría un espécimen rarísimo.
El episodio 1 de Dexter: Pecado Original
Dexter: Pecado Original comienza con un giro: Dexter no está muerto. Después del final de New Blood, en el que su propio hijo lo dejó tirado en la nieve, lo vemos en la sala de emergencias, su vida desfilando ante sus ojos. Es un truco metanarrativo que le permite a la franquicia hacer lo que mejor sabe: diseccionar los orígenes de un monstruo.
El primer episodio, And in the Beginning…, es un desfile de caras familiares con nuevos matices. Dexter (interpretado por Patrick Gibson) es presentado en sus últimos días en la escuela de medicina, cortando cadáveres mientras lucha por mantener controlada su pulsión homicida. La serie recupera a Harry Morgan (Christian Slater) y a una adolescente Debra (Molly Brown), atrapados en la complejidad de convivir con un joven que ya muestra signos de ser algo más que un simple inadaptado.
La estructura del episodio estreno se mueve entre la revisión de momentos icónicos y la inserción de nuevos elementos. El primer asesinato – el de la enfermera Mary – es un ritual de iniciación donde cada movimiento está calculado. La serie convierte lo escabroso en una operación casi conceptual, donde la muerte no es un fin en sí mismo sino un medio de conocimiento. La construcción de un monstruo no como un relato sino como una operación de inteligencia. Un laboratorio donde la moral no es un límite sino un material más de experimentación.
Patrick Gibson no imita a Michael C. Hall, sino que canaliza la esencia de Dexter Morgan: ese depredador que camina entre nosotros vistiendo la máscara de la normalidad con la misma facilidad con la que mutila cuerpos.
Harry Morgan (Christian Slater) es el ingeniero social que diseña los límites de lo permisible dentro de la máquina psicopática de su hijo. El hombre que le enseñó a canalizar sus impulsos hacia un código que los justificara. En Pecado Original, su representación sufre un cambio importante: es más humano, más vulnerable. Una nueva subtrama revela que Harry tuvo un hijo biológico que murió ahogado por su descuido, lo que arroja una sombra de culpa sobre su decisión de adoptar a Dexter.
En cuanto a los nuevos personajes, Tanya Martin (Sarah Michelle Gellar), jefa de forenses, y el capitán Spencer (Patrick Dempsey) encarnan los estereotipos de los noventa. Aunque ambos aportan cierta novedad, también subrayan la tensión inherente de Pecado Original: expandir el mundo de Dexter sin traicionar el tono oscuro y sobrio que definió la serie original.
Dexter: Pecado Original, entre la nostalgia y la necrofilia
El peso de Dexter se siente en cada rincón de su precuela. Desde la narración en off de Michael C. Hall hasta los easter eggs, el programa parece constantemente justificarse ante la audiencia. Esta fidelidad al material original también limita sus posibilidades. Al reiterar eventos ya conocidos, como el primer asesinato de Dexter o su iniciación en la forensia, la serie se vuelve predecible, necrofílica.
En este aspecto, la serie también evoca un fenómeno cultural más amplio: la fascinación contemporánea por el reciclaje narrativo. Como tantas otras franquicias, Dexter se adhiere al mantra de que todo es susceptible de ampliarse, sin importar si el material original lo demanda. Si bien el personaje sigue siendo fascinante, su impacto en la cultura pop ha cambiado. En un panorama televisivo saturado de antihéroes, el reto de la serie no es sólo justificar su existencia, sino también redefinir el lugar de Dexter en este contexto.
Queda por ver si Pecado Original podrá trascender su función como un ejercicio de nostalgia para convertirse en una exploración significativa del universo de Dexter. Con una nueva serie en el horizonte (Resurrection), el futuro de la franquicia parece depender de cómo se resuelvan estos dilemas creativos. Por ahora, la serie queda atrapada en su propia paradoja: incapaz de avanzar, condenada a repetir lo que ya fue.
¿Es Pecado Original necesaria? Probablemente no. ¿Es entretenida? Absolutamente. En una era de franquicias zombis y resurrecciones narrativas, Dexter sigue siendo un monstruo único: inteligente, irónico y adictivo. La pregunta ya no es si puede morir, sino cuántas vidas televisivas le quedan por consumir.
DISPONIBLE EN PARAMOUNT+.
