Desastre Inminente (Blast), el thriller de Vanya Peirani-Vignes
Escuchen: es el ruido de ataúdes moviéndose. Son Godard, Renoir, Rohmer y Truffaut intentando morir otra vez. En general, el cine francés tiene personalidad, una idiosincrasia marcada por la literatura y la Comédie-Française. No está mal romper la tradición -de hecho, la nouvelle vague hizo una deconstrucción del lenguaje cinematográfico a través de los directores de Hollywood-, pero el problema de Blast (Desastre Inminente) es que intenta ser lo que no es: una película norteamericana.
Con respecto a un cine de acción cada vez más mediocre, con guiones que entran una página y sostenido por estrellas en declive y CGI, Desastre Inminente hace una puesta en escena minimalista, casi teatral: un estacionamiento subterráneo, un auto, cuatro personas atrapadas en él.
Cuando Sonia (Nora Arnezeder) intenta encender el motor de su auto, las puertas se bloquean y queda encerrada con sus hijos. Una cuenta regresiva de 30 minutos aparece en la pantalla. La luz que parpadea debajo del tablero le da una pista: cualquier intento de salir, cualquier movimiento brusco puede hacer estallar la bomba que le colocaron.
Sonia trabaja para una empresa del rubro, desactivando explosivos y minas terrestres en zonas de guerra. Sus colegas Igor (Rasha Bukvic) y Camile (Sara Mortensen) aparecen rápidamente en escena y la película funciona como un detallado documental del procedimiento que se realiza en estos casos. El director Vanya Peirani-Vignes no necesita demasiado para ir manejando la tensión en aumento: sólo el reloj cada vez más cerca del cero. Vignes va creando contrapuntos en el relato que dosifican la información sobre las causas del atentado: un caso de corrupción que llevó a la matanza de chicos en una escuela en Ucrania.
Desastre Inminente intenta ser una película de suspenso que no tiene acción. La danesa Guilty (Gustav Möller, 2018) había demostrado que con un mínimo de recursos y en un solo escenario se puede llenar de adrenalina y angustia la pantalla. Peirani-Vignes intenta compensar la falta de movimiento buscando líneas alternativas para sostener el nivel dramático -política armamentista, reproches familiares, un pasado traumático-, que hacen que Desastre Inminente se mueva entre el thriller, el melodrama y el comentario social.
Pero lo hace con total falta de imaginación: un guion básico y oportunista que nunca puede escapar de la previsibilidad de lo que va a pasar, de los diálogos escasos y sin espesor, de una intriga internacional inocua y con un nivel de manipulación emocional que bordea el límite del sensacionalismo. Una bomba, niños en peligro, Ucrania: esa es la hipótesis narrativa de la película. Una sentencia a muerte made in France, pero que ya fue pensada en Hollywood muchas veces.