Inocencia interrumpida en la película Close
Se miran, juegan, se fascinan; se tocan, se presienten y conversan; se escuchan, se gozan, se dominan: Rémi (Gustav De Waele) y Léo (Eden Dambrine) tienen 13 años años y muchas ganas del otro. Dos amigos inseparables viviendo la alegría de esa amistad con una rara libertad física y emocional. Close, del director belga Lukas Dhont, presenta un edén hecho de verano, encuentros, miradas e inocencia, para luego convertirlo en un purgatorio privado cuando la sociedad comienza a pensar por ellos y les pone delante un espejo normativo en el cual reflejarse.
Rémi y Léo crecieron juntos en algún pueblo belga. Son dos que se volvieron uno. El mundo afuera apenas existe. Durante las vacaciones todo parece transcurrir en un rutina soleada e idílica: un poco de trabajo con sus familias, juegos, Rémi tocando su clarinete y Léo proyectando ser su mánager, noches en la casa de Rémy para dormir juntos, en la misma cama. Todavía no saben que los paraísos existen solo para perderlos.
Hay algo en la libertad ajena que siempre incomoda. Cuando comienzan las clases, sus compañeros -esos malditos agentes de la normalidad-, desde la curiosidad o la malicia, se encargan de dejarlo claro: parecen gays. Dhont maneja la narración de una manera que prevalece la ambigüedad, en el que cada plano busca una belleza inocente y cargada de deseo, una atmósfera inofensiva y sexual, que configura la amistad de dos púberes abierta a todas las posibilidades: ¿es una historia de amor queer? ¿Rémi es gay? ¿O Léo? ¿O simplemente es su manera de sentir la amistad? ¿Acaso importa?
La primera parte de la película es la historia de una amistad intensa y el proceso de cómo se rompe por la invasión del afuera. Rémi, el más sensible de los dos, parece inmune a los prejuicios; es Léo el humillado, el que busca en la heteronormatividad su lugar en el mundo, el que comienza a juntarse con otra gente y su incipiente educación viril como tipo duro en el hockey sobre hielo.
Lukas Dhont y los tabúes sociales
Para Dhont el cine es un arma caliente y provocativa, sin dejar de ser profundamente empático. Con su primera película agitó el Festival de Cannes 2018: Girl mostraba los conflictos adolescentes con la historia de Lara, una bailarina en formación de 15 años con talento, técnica, un cuerpo largo y esbelto y un pene. Aquí los fantasmas eran internos. El crecimiento, las dudas y la angustia, eran una cuestión privada.
Con Close, el director belga no solo busca el factor externo que desestabiliza a los personajes, sino algo más: confrontarnos con nuestros propios prejuicios, con nuestra propia incomodidad. Esto se hace evidente en escenas de una misma composición, pero cargadas con diferentes ideas sobre lo que vemos: Léo durmiendo con Rémi; Léo durmiendo con su hermano, que lo abraza para consolarlo; Léo en un tierna pelea con la madre de Rémi, un juego físico que termina con los dos acostados en el césped. Homosexualidad, fraternidad, pedofilia. Quizás sea sólo amor expresado sin tabúes.
Gustav De Waele y Eden Dambrine son dos talentos naturales, capaces de transmitir todo el calor y la angustia de su relación. Los ojos de Dambrine sirven como principal punto de contacto con la atmósfera de la película, en la forma en que transitará por caminos tortuosos para construir su idea de varón a partir de la confrontación entre sus sentimientos y las demandas del mundo exterior. Sartre para preadolescentes: El Infierno son los Otros.
Candidata al Oscar por Mejor Película Internacional, Close es la puesta en escena de un paraíso perdido y la culpa posterior, cuando ya es demasiado tarde arrepentirnos por las traiciones a nosotros mismos.