Boogeyman: transitar lo indecible
“Comenzaba a decirme a mí mismo: tal vez, si piensas en una cosa durante mucho tiempo y crees en ella, se vuelve real. Tal vez todos los monstruos a los que teníamos miedo cuando éramos niños, Frankenstein, el Hombre Lobo, todos eran reales. Tan reales y concretos como para matar a los niños que se creía que habían muerto en el fondo de una cantera, o ahogados en el lago, o que nunca habían sido encontrados… Quizás…”
Boogeyman, el cuento de Stephen King de 1973, es prácticamente el monólogo un hombre desequilibrado por la muerte de sus tres hijos. Lester Billings irrumpe en el consultorio de un psicoanalista. Sólo quiere hablar, sólo quiere que no lo juzguen. Sus palabras intentan transitar lo indecible, atravesar la burocracia de la razón para encontrar las grietas entre la realidad física y la realidad del trauma, entre verdad y psicosis. Él cree que una entidad monstruosa mató a sus hijos. Quizás…
Boogeyman: Tu Miedo es Real de Rob Savage se mueve entre la adaptación y la irreverencia, entre el respeto al original y la búsqueda de su propia identidad. La diferencia entre la película y el cuento es conceptual: donde King insinuaba lo sobrenatural, Savage grita: “es real”. Uno sugiere, el otro muestra: ese es el límite que separa al arte del periodismo, al erotismo de la pornografía. En definitiva, el tema de Boogyeman son los fantasmas que produce la incapacidad de elaborar el duelo. Pero la versión de Savage es postmoderna, desmitificadora, y el Hombre del Saco se vuelve un materialista didáctico, con un problema de excesiva concreción, en oposición al original de King.
La introducción de la película asimila todo el cuento: Billings (David Dastmalchian) entra en la casa de Will Harper (Chris Messina) -un analista perturbado por el reciente fallecimiento de su esposa- para hablar sobre la muerte de sus hijos. Es un paria, un no-vivo. Nadie cree en esas muertes súbitas y retorcidas. Debe haber sido él. Billings tiene otra explicación: fue The Boogeyman, esa figura que se alimenta las angustias, los traumas y los miedos de las personas, que deambula en la oscuridad y juega con sus víctimas antes de atacar.
Billings es el portador enfermo de esa entidad maligna que, después de su ¿suicidio? en la casa, está destinada a trastornar la existencia de la familia Harper. Porque si en Boogeyman de King las palabras sirven para simbolizar la pérdida, en la película nadie habla: un catálogo de silencios impuestos por Will a sus hijas Sadie (Sophie Thatcher) y su hermana menor Sawyer (Vivien Lyra Blair), conmocionadas por la pérdida de su madre. Las dos chicas luchan por llorar, pero la herida emocional de su padre dificulta cualquier posibilidad de diálogo.
Stephen King según Rob Savage
Si con Host -sobre una conferencia por Zoom embrujada-, y Dashcam, Savage usó la pandemia a su favor para tratar la actualidad con un terror innovador y provocativo, en Boogeyman: Tu Miedo es Real se dirige hacia las zonas clásicas del género para crear un relato atmosférico, gradual, con una amenaza siempre latente en las sombras y en la oscuridad del plano.
Thatcher (Yellowjackets) funciona como la valiente heroína adolescente, mientras que Blair (Obi Wan-Kenobi) es puro talento natural como la niña aterrorizada que entiende la naturaleza tangible del monstruo antes que los demás; Messina (Air) ofrece un sólido retrato como el protector pero inestable progenitor, y Dastmalchian (The Suicide Squad) nació para esos personajes retorcidos que caminan entre la compasión y la psicosis.
El guion de Scott Beck y Bryan Woods (A Quiet Place) junto a Mark Heyman, amplifica el alcance del monstruo nocturno que rompe puertas y aterroriza a los niños para crear una historia íntima sobre un duelo mal realizado. Pero la ambigüedad que sustentaba el original da paso a una progresiva “realización” de la criatura, que en lugar de quedar confinada en la prisión de las palabras o a los desvaríos de un demente, asume una forma corpórea que altera la realidad. Deja de ser un síntoma para pasar a ser un agente externo que prolonga la vulnerabilidad de los más dañados.
Y esto es lo que pasa con los miedos atávicos convertidos en historias, en mitos que viajan de generación en generación: funcionan porque son mucho más aterradores imaginarlos que finalmente verlos.