En Bergman Island (La Isla de Bergman), Mia Hansen-Løve hace del espacio geográfico un escenario subjetivo en el que la crisis creativa equivale a una crisis de la relación del individuo con el mundo. Como si fuera un hotel Overlook soleado y al aire libre, la isla de Fårö se transforma en la topografía mental de una pareja de cineastas que va al lugar donde vivió y filmó durante 40 años uno de los genios del cine para trabajar en sus próximos proyectos. Puede ser un ambiente ideal o un entorno opresivo, infiltrado por las sombras del pasado, por el fantasma de Ingmar Bergman que satura el aire con su dosis de inspiración y autoexigencia.
Con Bergman Island, Mia Hansen-Løve hace una película de contrastes: Tony (Tim Roth) es un reconocido director de cine, no tiene problemas para escribir, hace turismo cinéfilo en la isla, le importa Bergman desde su obra, no desde su vida personal; Chris (Vicky Krieps) tiene conflictos con el Bergman privado, que dedicó su vida a su trabajo y no a su familia. Mientras él intelectualiza los films del sueco, ella los siente.
La puesta en abismo de Bergman Island
La pareja se aloja en la casa donde Bergman filmó Scenes From a Marriage (Escenas de un Matrimonio, 1973), una película que “provocó el divorcio de millones de personas”, como les recuerda su anfitrión. Los problemas de pareja, los desencuentros, los dilemas creativos y emocionales comienzan a aparecer, como si el lugar los habitara a ellos.
Mientras él disfruta de la isla como si fuera un gran museo histórico, Chris se conecta con el lugar desde sus pasajes secretos, desde sus propios recuerdos, desde la amenaza de ser infiel con un estudiante de cine de Estocolmo. Cuando ella le cuenta a Tony la historia que está trabajando, la película cambia y comenzamos a ver el guion de Chris, en el que un amor adolescente (Mia Wasikowska y Anders Danielsen Lie) se reencuentra después de varios años en la isla de Fårö para el casamiento de una amiga en común.
La puesta en abismo que opera la película –y que encuentra su clímax en un epílogo donde las dos historias terminan chocando en la crónica del final del rodaje– da lugar menos a una una falta de distinción entre las dos.
La manera en que Hansen-Løve traza las líneas para que las dos películas se vayan fundiendo en una sola realidad – que hace recordar al plano de Persona (Ingmar Bergman, 1966), en el que Liv Ullmann y Bibi Andersson se convierten a través de una superposición de imágenes en una sola mujer – refleja cómo la vida y el arte se contaminan mutuamente, un proceso autobiográfico subrayado por el hecho de que la directora era la pareja del cineasta Olivier Assayas (Irma Vep, Clouds of Sils María, Demonlover).
Bergman Island es un película atmosférica, reflexiva, llena de matices, que pone en escena dos maneras de ver y sentir el mundo, el proceso creativo y el amor.