Bad Luck Banging or Loony Porn: Rumania, mon amour
Podría ser Buenos Aires, cualquier barrio de cualquier ciudad latinoamericana. Pero es Bucarest. Los ruidos de los autos, el ruido de las construcciones, de las ambulancias, los insultos de los conductores, de los peatones, de los que compran, los mendigos e incompletos, los barbijos, los carteles de gaseosas, de comidas, de gimnasios, de yogurt. Los carteles despintados de algún producto que alguien quiso vender y nadie comprar, los edificios feos, los edificios en ruinas, el mal humor, los que venden en la calle, los que piden en la calle, los que cruzan, los cables, las mamás con bebés, las muñecas de mamás con bebés, los cuasi enanos con camionetas gigantes, los cines destruidos, los bancos resplandecientes, los insultos, las quejas, el ruido.
La primera parte de Bad Luck Banging or Loony Porn (Sexo Desafortunado o Porno Loco) de Radu Jude es un recorrido por una ciudad que funciona con normalidad, es decir, como un caos aceptable. El trayecto de la protagonista -una maestra de primaria cuyo video porno casero con su pareja se ha vuelto viral- es la excusa para que la cámara se detenga en la obscenidad visual de una geografía en plena era de capitalismo lumpen.
Emi (Katia Pascariu) es una buena y correcta maestra de Historia de un colegio top. Y le gusta coger. Y filmar mientras coge. El problema es que uno de esos videos termina en una página para adultos que ven niños: sus alumnos. Los padres exigen explicaciones. Los medios de comunicación se las dan. Se prepara una reunión a modo de juicio para ver si Emi debe seguir en el cargo o no.
Bad Luck Banging or Loony Porn es grasa de manera intencional. El subtítulo Boceto para una Película Popular se refleja en una puesta de escena decadente, en la que conviven distintos dispositivos cinematográficos -de la imagen de archivo al video grabado con celular-, y en la que se perciben distintas influencias.
Juicio a la obscenidad
Si la primera parte toma a la ciudad como escenografía de postal kitsch, como un Godard a través del filtro del subdesarrollo en pleno siglo XXI, la tercera es puro Buñuel -el de El Discreto Encanto de la Burguesía (1972) y El Fantasma de la Libertad (1974)-, con un sarcasmo ácido hacia la ideología fascista de la clase media alta.
En el medio, un genial diccionario de “anécdotas, signos y maravillas” en el que de alguna manera se cuenta la historia de Rumania, la de Emi, y la de todos los personajes. Un por qué el presente es como es. Un por qué el pasado nos define y las palabras crean una imagen: la manera en que nos representamos las cosas.
La película deviene en un show de misoginia, racismo y frigidez, un repertorio de la degradación ética de aquellos que se piensan mejores porque ganan mejor. Bad Luck Banging or Loony Porn -ganadora del Festival de Berlín– es un manifiesto contra la hipocresía, contra los tabúes sociales que todavía inciden a través de la religión, las instituciones y los medios. Un retrato del ruido y la furia de la postmodernidad en clave de comedia. Feminista, progre y bizarra, nos muestra que ante el porno casero, la obscenidad está en otra parte.