Crítica Ofrenda al Demonio de Oliver Park
El diablo es la superstición de toda religión, que a su vez es la favorita y más persistente superstición de la humanidad, por lo que el crossover se mantiene siempre actualizado por el cine de terror con tendencia al gótico. En un subgénero dominado por temas y lecturas del cristianismo, The Offering (Oferenda al Demonio) surge como una alteración teológica, donde la premisa clásica de posesión demoníaca se asocia con la comunidad judía.
Hay un shiva fallido, textos hebreos, rituales cabalísticos y una dosis de yiddish, que le dan una extraña textura religiosa ortodoxa al material. Ofrenda al Demonio no deja de ser una película convencional, pero que busca en el cambio de contexto su originalidad. Aquí el exorcismo se presenta como un ritual inverso: no se trata de expulsar, sino es de mantener al espíritu maligno dentro del cuerpo, un espíritu que manipula a las personas, que distorsiona la realidad para llenarla de círculos mágicos, invocaciones y espejos que mienten.
La entidad sobrenatural deriva de una criatura mitológica de Europa del Este: Abyzou, el demonio femenino que provoca abortos y rapta niños. La víctima es la muy embarazada y agnóstica Claire (Emily Wiseman), una shiksa casada con Art (Nick Blood), el renegado que dejó la ortodoxia familiar luego de que sus plegarias ni impidiesen que Yahvé dejara morir a su madre. Junto a su esposa, Art vuelve al barrio judío de Brooklyn para buscar la reconciliación con su padre Saul (Allan Corduner).
Los ortodoxos viven fuera del tiempo, pero Saul parece haber aprendido algo de la tolerancia actual: es un anfitrión atento y encantador, que ahora acepta a Claire y las decisiones de su hijo por fuera de la religión. Art también aprendió algo de la época: la búsqueda irracional de estatus y dinero: necesita poner como garantía la casa y la funeraria de su padre para que no le rematen su mansión. El que rompe la armonía es Heimish (un tremendo Paul Kaye), el judío intransigente que aprendió algo de la historia: vive en estado de sospecha permanente, sabe que las buenas intenciones supuran algo retorcido por debajo.
El folclore judío de Ofrenda al Demonio
Ofrenda al Demonio intenta ser un drama familiar, una exploración del ecosistema religioso y una parábola sobre cómo las creencias individuales y tradiciones ancestrales se rompen en nombre de la desesperación humana. Porque el recién llegado a la morgue de Saul es un erudito que elaboró un ritual suicida para sellar al demonio asesino de niños dentro de él, después de invocarlo para devolverle la vida a a su esposa.
El segundo largometraje de Oliver Park se inscribe en una serie reciente de películas que unen a criaturas del antiguo folclore judío con los tropos del horror moderno: The Possession (Ole Bornedal, 2012), la polaca Demon (Marcin Wrona, 2015), The Golem (Doron y Yoav Paz, 2018), The Vigil (Keith Thomas, 2021) y Attachment (Gabriel Bier Gislason, 2022). Ofrenda al Demonio falla porque no juega en los límites de sus premisas sino que cae en las convenciones del género, por eso funciona mejor cuando se permite que ser más atmosférica que literalmente demoníaca.
Aún así, Park y el director de fotografía Lorenzo Senatore encuentran belleza en la muerte, en los artefactos y ceremonias funerarias, en la cabalá como explicación de las maldiciones, en esa casa antigua de Brooklyn que sirve como metáfora del contraste entre religión tradicional y secularidad post moderna: Ofrenda al Demonio presenta una decente cantidad de suspenso de pesadilla a medida que el espíritu toma distintas formas y se mete en la cabeza de Art y Claire para transformar la realidad en una sucursal del infierno.