Más allá de los temas y las constantes formales, hay en el cine de Claire Denis un deseo casi obsesivo de psicoanalizar a sus personajes a través de las imágenes, mientras un relato subterráneo se va formando con lo que no dicho, con lo no mostrado, una estética de lo sugerido hecha de momentos, tensiones, alegrías y heridas compartidas que conducen invariablemente a excesos y confrontaciones, cuando los sentimientos queden en carne viva.
Avec Amour et Acharnement (Con Amor y Furia) es puro Denis, un dispositivo cinematográfico que reinventa el discurso en el plano al contrastar lo que se sabe con lo que no, un exotismo formal que la directora interroga como un espacio más en el que buscar respuestas que quizá nunca lleguen.
La primera parte de la película es una especie de ghost story, en la que el pasado comienza a distorsionar la realidad: ¿vio Sara (Juliette Binoche) a François (Grégoire Colin) en la calle, ese ex amor que la deja en un estado de orgasmo inminente? ¿Fue un egotrip lisérgico, el indicador de un deseo más allá de Jean (Vincent Lindon), su pareja desde hace 10 años, cuando dejó a François por su mejor amigo?
Porque si la primera secuencia es de un romanticismo empalagoso, con Sara y Jean de vacaciones en un paraíso mediterráneo, el regreso a París los vuelve prosaicos y rutinarios: ella es una entrevistadora radial -que Denis (nacida en París pero criada en África) utiliza para actualizar los temas que recorre su obra, desde el neocolonialismo hasta el racismo de la sociedad francesa-; él es un ex jugador de rugby, que carga una temporada reciente en la cárcel, y que todavía busca salir de su condición de paria para el sistema.
François es al comienzo una figura fantasmática, una voz en el teléfono que contacta a su amigo por un nuevo proyecto comercial, pero poco a poco se va materializando para convertirse en el eje emocional de la pareja, el intruso que activa sus pulsiones egoístas.
Con Amor y Furia y la incertidumbre como condición existencial
Con Con Amor y Furia, Claire Denis ofrece un relato que se mueve por las fuerzas subterráneas que atraviesan a los personajes, su capacidad infecciosa para determinar sus emociones nunca demasiado claras, siempre vistas a través del filtro de la ambigüedad: la política narrativa de la directora es la de la incertidumbre, que se filtra por los agujeros de la historia para configurar una topología sentimental opaca e indeterminada.
Por eso Con Amor y Furia se sostiene por la enormidad de sus actores: Juliette Binoche hace de Sara un catálogo feminista cínico: de un plano a otro es víctima y victimario, fiel y adúltera, sospechada e hipócrita, enredada en una trama de amor que ella misma se impone y parece no comprender, entre la atracción sexual de lo prohibido y los riesgos que estamos dispuestos a asumir para satisfacerla; el Jean de Vincent Lindon se disuelve en la búsqueda de recuperar su dignidad post cárcel con el único capaz de abrir heridas cosidas a la piel de la pareja; y Grégoire Colin hace de François una figura conspirativa indescifrable.
A sus 70 años, Claire Denis tuvo su 2022 glorioso: su estudio pasional entre dos jóvenes en una Nicaragua dictatorial de Stars at Noon ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes y Con Amor y Furia ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín. Dos películas en las que el sexo ocurre sin advertencias: se presenta, se asume, invadiendo a sus protagonistas en un universo donde la razón da paso a lo erótico y en ese movimiento, la realidad comienza a mostrar sus grietas y las seguridades del yo se desvanecen en una deriva emocional y afectiva que no dejará nada en pie.