El Amante de Lady Chatterley, la versión desinhibida y sexy de Netflix
Lady’s Chatterley Lover (El Amante de Lady Chatterley) es una película en estado de orgasmo inminente, en el que dos cuerpos se buscan, se miran y se devoran. Pero Lady Constance Chatterley (Ema Corrin) y Oliver Mellors (Jack O’Connell) no solo se deshacen de deseo: son dos personas rotas en un mundo desensibilizado por la guerra y la codicia, que encuentran en el otro el amor insomne que parece redimir toda la barbarie y la injusticia de una época.
En 1928, la novela de D.H. Lawrence era pura sustancia erótica, la fórmula química de la sexualidad. Su lenguaje crudo y realista y su forma desacomplejada de describir el sexo hicieron que fuera catalogada de obscena y fuera prohibida durante más de 30 años en Inglaterra.
Esta nueva versión desinhibida y sexy de la directora francesa Laure de Clermont-Tonnerre ya no provoca escándalo por la moderna manera de abordar el deseo sexual femenino de la novela -el placer exquisito de una mujer cuando el sexo es satisfactorio, su decepción apocalíptica cuando no lo es, el éxtasis que significa coger como si se acabara el mundo-, pero interroga a la actualidad por contraste: en estos tiempos en los que el cuerpo ha perdido todo su misterio, Constance y Oliver se consumen en el descubrimiento del cuerpo propio y el del otro, en una ceremonia física y existencial.
El Amante de Lady Chatterley y el deseo femenino
Constance Reid es una aristocrática medio bohemia y medio progre con un par de aventuras amorosas en su haber cuando se casa con el terrateniente Clifford Chatterley (Matthew Duckett), un oficial de alto rango del ejército inglés a punto de ir al frente de la I Guerra Mundial. Clifford es un hombre deserotizado que prefiere las ideas a un cuerpo desnudo, como si el sexo fuera menos un placer que una cláusula del matrimonio necesaria para conseguir un heredero. Encima vuelve de la guerra con el físico adulterado: en una silla de ruedas.
Junto a Emma Bovary y Ana Karerina, Lady Chatterley está en el panteón de figuras trágicas femeninas de la literatura: mujeres bellas y atormentadas, emancipadas y de fuerte personalidad, que asumen el costo de sus emociones e independencia en sociedades machistas.
Ema Corrin nació para este papel. Una actuación enorme que logra transmitir el vaivén emocional de una mujer que pasa de ser una esposa ilusionada a ser una enfermera para Clifford; de ser una una lady de ensueño a ser un animal deseante por la frigidez y desatención de su esposo, que ya ha dejado sus ínfulas de escritor y ahora se dedica tiempo completo en planear cómo explotar más y mejor a sus empleados en una mina de carbón.
El último estadio de Constance es el de un gradual enamoramiento adolescente con Oliver, el cuidador del bosque que rodea a la mansión. Pero El Amante de Lady Chatterley no es solo una historia de amor caliente: es la puesta en escena de la comunión entre el cuerpo y la mente como una forma de reconectarnos con nuestras pulsiones más puras y, al hacerlo, tal vez mejorar el mundo entero. Un mundo sombrío que carga las secuelas de la guerra y la codicia de la industrialización, el creciente conflicto de clases y las innumerables formas en que la humanidad ha perdido su esencia al priorizar el poder y el dinero sobre la felicidad.
El cine ha encontrado todas las maneras posibles de representar la muerte y el asesinato, cada vez más brutales, crueles y sangrientos. Pero el sexo casi siempre parece artificial o exagerado. Laure de Clermont-Tonnerre tiene la sensibilidad suficiente para hacer de la historia una coreografía melancólica y excitante del deseo, con desacomplejadas escenas de sexo y una relación que funciona como un motín existencial contra la verdadera obscenidad del mundo. El Amante de Lady Chatterley es una película sobre el amor no domesticado de dos personas que saben algo que parece que los demás no: que el placer es superior al dolor, porque el placer quiere la eternidad.
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