Aquí. Siempre aquí. En ese punto preciso del espacio donde Robert Zemeckis planta su cámara y la deja quieta – inmóvil, obstinada – durante 104 minutos que son también miles de años. El director que nos hizo correr con Forrest Gump ahora nos encadena a un lugar para quedarse y observar cómo el tiempo – ese gran ilusionista – hace sus trucos en este pedazo de tierra que todavía no sabe que es Estados Unidos.
Primero fueron los dinosaurios corriendo hacia su extinción. Después vinieron los nativos, esos que siempre estuvieron hasta que dejaron de estar. Y luego llegó la casa, esa construcción colonial que será el escenario de todo lo demás: el teatro donde Zemeckis montará su obra sobre el paso del tiempo, sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la pérdida. Todo en un solo plano, en un solo lugar, en un solo aquí.
Aquí: El tiempo en plano fijo
Aquí es una adaptación del cómic de Richard McGuire, pero es más que eso: es un experimento con el tiempo, con la narrativa, con la tecnología. Zemeckis, el eterno niño terrible de Hollywood que nunca dejó de jugar con sus juguetes digitales, usa la Inteligencia Artificial para rejuvenecer a Tom Hanks y Robin Wright – sus viejos cómplices de Forrest Gump. Los convierte en Richard y Margaret Young, una pareja que vive, ama, sufre y envejece en esta casa. Sus rostros cambian, se estiran, se arrugan, pero siempre son ellos: espectros digitales de un pasado que nunca existió.
La casa es un work in progress: capas y capas de historias que se superponen, que se mezclan, que se contaminan. En los años 40’s, una pareja inventa el sillón reclinable mientras se erotiza. En los 50’s, Richard renuncia a sus sueños de artista para terminar vendiendo seguros. En los 60’s, Margaret mira por la ventana y piensa en todas las vidas que no vivió. Y así, década tras década, vida tras vida, muerte tras muerte.
Zemeckis construye Aquí como quien arma un rompecabezas temporal: fragmentos de existencias que se entrelazan en el mismo espacio. Un techo que gotea en 1980 se convierte en la bolsa que rompe Margaret en 1960 antes de parir. Una fiesta de Navidad en los 70’s se solapa con un funeral en los 80’s. El tiempo no es lineal: es vals psicótico donde todos los bailarines ocupan la misma pista.
Aquí quiere ser profunda, quiere hablarnos de la condición humana, de cómo todos estamos conectados a través del tiempo y el espacio. Pero a menudo cae en la trampa del sentimentalismo fácil, de la postal de autoayuda sobre el amor y la familia. Es como si Zemeckis no confiara lo suficiente en su premisa, en la potencia de su experimento formal, y necesitara añadir capas de azúcar para hacerlo más comercial.
Los nativos americanos aparecen como fantasmas benevolentes, sus tragedias reducidas a una nota al pie en la gran narrativa norteamericana. La familia negra que compra la casa en el presente es apenas un esbozo, un intento de corrección política que no termina de desarrollarse. La Historia – así, con mayúscula – se cuela por las ventanas de la casa en forma de noticieros televisivos, pero es solo un telón de fondo para los dramas domésticos.
Y sin embargo, hay momentos de belleza genuina, de poesía visual que trasciende las limitaciones del dispositivo. Cuando Richard, ya viejo, mira a través de una ventana y ve a su yo joven jugando con su hija, hay algo que nos toca, que nos habla de la pérdida y la memoria. Cuando Margaret finalmente logra dejar la casa después de treinta años, sentimos el peso de todas las vidas vividas entre esas paredes.
La música de Alan Silvestri – otro veterano del equipo de Forrest Gump – intenta subrayar cada emoción, como si tuviera miedo de que no las captemos. Pero las emociones más auténticas de la película son las que se cuelan entre los artificios, las que nacen del simple acto de observar el paso del tiempo en un mismo lugar.
Aquí: La vida, la muerte y el sueño americano según Robert Zemeckis
Aquí es una película ambiciosa, a veces torpe, a veces brillante. Es un experimento que no siempre funciona pero que, cuando lo hace, nos recuerda por qué Zemeckis sigue siendo uno de los cineastas más interesantes de Hollywood. Es una película sobre el tiempo que se siente atemporal, sobre el espacio que se niega a moverse de su lugar.
Al final, todo vuelve al principio. Los dinosaurios, los nativos, los colonos, los Young, todos son parte de la misma danza, del mismo ciclo interminable. La cámara sigue ahí, inmóvil, observando. Y nosotros con ella, atrapados en este aquí que es todos los lugares, en este ahora que es todos los tiempos.
Aquí termina como empezó: con la cámara en el mismo lugar, mirando. Pero nosotros ya no somos los mismos. Hemos visto pasar la vida – las vidas – frente a nuestros ojos. Hemos sido testigos de nacimientos y muertes, de amores y traiciones, de sueños cumplidos y sueños rotos. Y quizás ese sea el verdadero logro de Zemeckis: hacernos conscientes de que cada lugar es un archivo de historias, un repositorio de vidas vividas. Que el espacio no es solo espacio, sino tiempo condensado. Que estamos aquí, pero también están todos los que estuvieron antes, y todos los que vendrán después. Un solo lugar. Infinitas historias. Aquí.