El reciente estreno de El Nivel Secreto (Secret Level), la serie antológica animada para adultos de Prime Video, se mueve entre dos conceptos: por un lado, es una declaración de amor al mundo de los videojuegos; por otro, evidencia una crisis de identidad creativa que refleja las contradicciones de la industria que pretende homenajear.
Tim Miller (Deadpool, Love, Death + Robots), el arquitecto detrás de la serie, parece haber comprendido algo fundamental: los videojuegos ya no son sólo máquinas de entretenimiento, sino complejos dispositivos de producción de sentido. Cada episodio de El Nivel Secreto funciona como la autopsia de un universo enfermo, donde los personajes no sobreviven sino que se descomponen, donde la muerte es apenas un paréntesis en un ciclo de resurrecciones infinitas.
El Nivel Secreto, un homenaje al mundo gamer
Si bien la estructura antológica permite explorar una variedad de universos narrativos, El Nivel Secreto funciona como un gran sistema inmunológico: neutraliza cualquier posibilidad de diferencia. La paradoja es brutal: una serie que celebra la diversidad termina produciendo una experiencia monótona. Como si cada episodio fuera un clon generado por inteligencia artificial, con ligeras mutaciones. La promesa inicial —explorar las mitologías secretas de cada videojuego— se desvanece rápidamente en una neblina de violencia genérica y referencias vacías.
La decisión de adoptar un estilo visual hiperrealista contribuye a la uniformidad, dejando poco espacio para la experimentación. La serie opera como un diagnóstico de la época: un mundo donde la repetición se ha convertido en el único principio narrativo posible. Los quince episodios son síntomas de una cultura digital que ha perdido la capacidad de imaginar más allá de sus propios algoritmos, donde cada experiencia es una pequeña variación sobre un mismo patrón de programación.
Los mejores episodios de la primera parte (los episodio 9-15 se estrenan el 17 de diciembre), como Pac-Man: Circle y Armored Core: Asset Management, logran sobresalir gracias a sus desviaciones estilísticas y narrativas. En el primero, el giro hacia un Pac-Man gore, en el espacio fantasmático de un cuento de Kafka, subvierte todas las expectativas sobre el viejo arcade; en el segundo, la atmósfera opresiva y la economía narrativa logran transmitir una sensación de urgencia existencial.
Sin embargo, estos momentos de inspiración son raros. La duración limitada de los episodios, que oscila entre los siete y los quince minutos, hace que la mayoría de los cortos se sientan como fragmentos de historias inconclusas, que apelan a la familiaridad del público con las franquicias que adapta. En vez de reinterpretar los videojuegos como artefactos culturales, El Nivel Secreto parece conformarse con replicar su estética y mecánicas, reduciendo su profundidad al nivel de un tráiler extendido.
Si bien El Nivel Secreto se posiciona respecto a la cultura gamer. Por un lado, la serie aspira a ser un tributo a la creatividad y diversidad de los videojuegos; por otro, su enfoque homogéneo y su selección de títulos, muchos de los cuales están vinculados a Amazon Games, sugieren una agenda profundamente comercial. Este sesgo es evidente en episodios como New World: The Once and Future King y Exodus: Odyssey. El primero ofrece una visión caricaturesca de un soberano en una isla sobrenatural, mientras que el segundo adapta un videojuego que ni siquiera ha sido lanzado, reduciendo el episodio a un ejercicio promocional.
Episodios como Unreal Tournament: Xan y Playtime: Fulfillment abordan cuestiones de explotación laboral y alienación tecnológica, pero subordinando su potencial crítico al espectáculo visual y al fan service. Esta falta de compromiso con sus propios temas reduce a El Nivel Secreto a una colección de referencias vacías, más interesada en impresionar que en reflexionar.
El Nivel Secreto, entre el arte y la mercancía
La contradicción central de El Nivel Secreto radica en su incapacidad para decidir si es una obra de arte o un producto. En los mejores momentos, como en Warhammer 40,000: And They Shall Know No Fear, la serie logra capturar algo del espíritu épico y visual del juego. Sin embargo, estos destellos de grandeza están opacados por episodios que parecen diseñados para satisfacer únicamente a los departamentos de marketing de las empresas.
El Nivel Secreto es una obra atrapada en sus propias contradicciones. Su intento de ser un homenaje al mundo de los videojuegos depende de fórmulas comerciales y de la incapacidad para profundizar los temas que aborda. Aunque ofrece momentos gloriosos de diseño y creatividad, la monotonía y superficialidad dominan la mayoría de los episodios. Al carecer de un hilo conductor que unifique los episodios, la serie queda expuesta como un pastiche de estilos y tonos de calidad variable. La serie no tiene una visión clara sobre lo que quiere lograr, más allá de ser una vidriera televisiva.
En una cultura donde los videojuegos se han convertido en una fuente de narrativas complejas y resonantes, El Nivel Secreto parece más una operación de marketing sofisticada. Un catálogo interactivo. El síntoma de una época donde las historias ha sido reemplazada por el reconocimiento de marcas y donde la experiencia se reduce a un catálogo de easter eggs. La serie quizás documente la muerte de la narración en la era de los contenidos personalizados, donde cada experiencia es solo un fragmento intercambiable de un gran flujo de información.
DISPONIBLE EN PRIME VIDEO.