En Desprecio (Disclaimer), el nuevo thriller psicológico de Apple TV+, la verdad no es un punto de partida, sino un campo de batalla. “Cuidado con la narrativa y la forma”, dice un personaje para introducir a Catherine Ravenscroft (Cate Blanchett), una documentalista aclamada por sus investigaciones de temas sociales. Pero la frase funciona, más bien, como la contraseña con la que Alfonso Cuarón presenta un relato en el que la narrativa es tanto un instrumento de revelación como de manipulación. Aquí, la forma es un arma, no para descubrir los hechos, sino para torcerlos hasta convertirlos en una trampa mortal.
Basada en la novela de Renée Knight, Desprecio no es solo la historia de una mujer poderosa al borde de la ruina, es también una exploración de cómo el poder se construye, se protege y, finalmente, se derrumba ante los ojos de una sociedad ansiosa por juzgar. Cuarón despliega un juego de espejos y sombras, una espiral de recuerdos, traiciones y secretos donde lo que vemos nunca es lo que parece. “La narrativa puede acercarnos a la verdad, pero también tiene el poder de manipularla”.
Cate Blanchett en Desprecio: una mujer al borde del colapso
Catherine, una documentalista venerada, parece tenerlo todo bajo control. Su vida pública es impecable, su carrera intachable, su posición en el mundo casi inamovible. Pero ese equilibrio perfecto comienza a tambalearse cuando un libro llega a su puerta, Un Perfecto Desconocido, con una advertencia perturbadora: “Cualquier parecido con personas vivas o muertas no es coincidencia”. La trama que parece arrancada de los rincones más oscuros de su vida. Un pasado enterrado, un error disfrazado de decisión, y ahora, el poder de una narración que amenaza con destruir todo lo que ha construido. No es solo una novela: es una bomba de tiempo que Stephen Brigstocke (Kevin Kline), un hombre hundido en su propio duelo, ha decidido detonar.
A lo largo de los 8 episodios de Desprecio, Alfonso Cuarón nos invita a observar, no a juzgar. Cada revelación sobre Catherine y Stephen nos aleja de lo que podría ser una cuestión de culpabilidad o inocencia. El arte de la serie radica en su capacidad para transformar la verdad en una materia tan maleable como las vidas de sus personajes. Catherine no es una víctima, pero tampoco es el monstruo que Stephen quiere que veamos. La historia de su relación con el joven Jonathan (Louis Partridge), el hijo de Stephen, se convierte en un espectro hecho de deseo, frustración sexual y remordimiento, mientras el presente de Catherine colapsa bajo el peso de lo que no confesó hace veinte años.
Kevin Kline, en el papel de Stephen, canaliza el resentimiento y la desesperación con una sutileza. Su duelo se transforma en una obsesión, y su venganza no es solo un ajuste de cuentas personal, es un juego psicológico en el que cada movimiento está diseñado para acorralar a Catherine hasta que no quede nada de su antigua vida. En un mundo sin privacidad, donde el reconocimiento es todo, Stephen usa la narrativa —esa misma herramienta que Catherine ha utilizado durante años para exponer las verdades de otros— para diseccionar su reputación, su identidad y su historia.
El poder de la venganza en Desprecio: ¿Quién controla la historia?
Aquí, Desprecio se convierte en algo más que un simple thriller: es una meditación sobre el poder, la verdad y la narrativa como formas de control. ¿Quién tiene derecho a contar una historia? ¿Quién decide qué parte de los hechos es relevante? Cuarón plantea estas preguntas a través de la puesta en escena sin dar respuestas obvias. El espectador se ve forzado a ocupar el lugar de un juez indeciso, atrapado entre la empatía por Catherine y la fascinación morbosa que Stephen genera con su cruzada de destrucción.
A medida que la serie avanza, el tono de la serie se vuelve cada vez más oscuro. La luz en las escenas de flashback en Italia, donde la joven Catherine sucumbe a su aventura con Jonathan, contrasta brutalmente con la frialdad desoladora del presente, reforzada por una voz en off artificial. Los recuerdos, que en otros contextos podrían haber sido una vía de redención o comprensión, en Desprecio no son más que armas de doble filo. El pasado es un lugar donde las promesas se rompen y los errores se encubren, y la narrativa que emerge de él es tan volátil como definitiva.
Cate Blanchett, en un rol con reminiscencias de Tár, vuelve a encarnar a una mujer poderosa cuyo pasado se convierte en el arma que la destruye. Con cada escena, su Catherine Ravenscroft se despoja de su arrogancia, mostrándonos las capas de vulnerabilidad que yacen debaj. Lo que comienza como una defensa rígida de su versión de los hechos se va desmoronando a medida que el libro de Stephen se convierte en una condena pública. Pero lo que hace que su actuación sea realmente inquietante es que nunca podemos saber del todo quién es Catherine. ¿Es una víctima de las circunstancias o una arquitecta de su propio encubrimiento? ¿Hasta qué punto merece la caída que Stephen ha planeado para ella?
Kevin Kline es quien aporta más complejidad a la serie. Su Stephen, lleno de dolor, manipula su tragedia personal para transformar su venganza en una obra maestra de la destrucción. Kline oscila entre el duelo genuino por la pérdida de su esposa y su hijo, y el fría sociópata que diseña meticulosamente la caída de Catherine.
Alfonso Cuarón en Desprecio: la manipulación de la narrativa en el thriller psicológico
Y es aquí donde Desprecio se revela como algo más que una historia de venganza personal. Alfonso Cuarón apunta a algo más grande: la voracidad con la que la sociedad actual consume las caídas de los poderosos. El espectador se convierte en cómplice de este proceso. Ver caer a Catherine le da sentido a la idea de moralidad simplificada que divide un mundo convertido en una comisaría virtual, donde se juzga lo que no se conoce y donde siempre tiene que haber un culpable para sentirse mejor con uno mismo.
Desprecio no ofrece redención, sino que funciona como una constatación brutal de que, cuando se desata la venganza, ya no hay retorno posible. Tanto Catherine como Stephen quedan atrapados en el ciclo de destrucción que han alimentado. La narrativa, al final, no les pertenece.
La serie es, en muchos aspectos, una obra sobre el dolor: el dolor de los secretos, el dolor del pasado, y el dolor infligido como castigo. Es un retrato de cómo el sufrimiento puede ser manipulado para crear una narrativa que controle no solo el presente, sino también la memoria colectiva. En definitiva, Desprecio es una obra que, en manos de Cuarón, no solo explora el poder de la narrativa, sino que también denuncia su uso como instrumento de venganza, control y destrucción. Una historia que, como Nietzsche, nos recuerda que no hay verdades absolutas, solo versiones de los hechos, y que a veces, el precio de desenterrar el pasado es más alto de lo que podemos pagar.
