En 2016, los japoneses reinventaron los orígenes de Godzilla con Shin Godzilla, una película de Hideako Anno que adoptó un enfoque árido y quirúrgico, reduciendo a los personajes a funciones básicas. Esta reinterpretación se centró en la destrucción meticulosa de las costas japonesas por parte del kaiju y la gestión desastrosa de la crisis por parte del gobierno, una parábola venenosa y plenamente asumida del desastre nuclear de Fukushima.
Godzilla Minus One, por su parte, realiza un doble retorno a los orígenes: primero, porque es un reinicio, borrando las innumerables secuelas de una franquicia que se ha vuelto tentacular y que ahora tiene setenta años; y segundo, porque sitúa su acción en 1947, devolviéndole a Godzilla su papel, altamente seminal, de portador de las psicosis nacionales, nacido de los traumas de Hiroshima y Nagasaki.
Debido al hiato contractual con la compañía estadounidense Legendary, responsable del Monsterverse, y a los efectos de la pandemia, Godzilla Minus One estaba destinada a ocupar un lugar destacado en la saga. Excluyendo la trilogía animada, que dejó un amargo recuerdo, habían pasado más de seis años desde que la icónica figura de la cultura pop japonesa no protagonizaba un gran éxito local. Mientras que las versiones estadounidenses se inclinan hacia un monstruo más grotesco inspirado en los años 60, y tras el impacto filosófico y burocrático de Shin Godzilla, el experimentado Takashi Yamazaki decidió retornar a un entretenimiento clásico en el sentido más puro del término.
Godzilla como reflejo de corrientes sociales, históricas y políticas en la cultura pop
En este ángulo muerto, él y su co-guionista Kiyoko Shibuya buscaron reapropiarse de la dimensión alegórica del kaiju. Más una especie de divinidad directamente surgida de la guerra que un animal biológico con orígenes explícitos, acompañado del legendario tema de Akira Ifukube, es realmente una poderosa y aterradora fuerza, llevando consigo toda la violencia y la destrucción que aún acechan en la mente de los japoneses después de los conflictos bélicos.
Este estatus se debe en gran medida a la experiencia del director, quien proviene del campo de los efectos especiales y cuenta con amplia experiencia en animación. Su virtuosismo se manifiesta especialmente en la forma en que potencia el impacto de los efectos digitales. Esto se evidencia con claridad en una escena caótica, donde su habilidad se traduce en un montaje preciso. En esta secuencia, logra capturar tanto el pánico frenético de las víctimas con movimientos de cámara rápidos como la devastación progresiva causada por el monstruo, presentando magníficos planos generales que subrayan la escala y la intensidad del caos.
Yamazaki logra una hazaña impresionante al combinar hábilmente la gravedad histórica de sus referencias con ideas contemporáneas. Esto sirve como un recordatorio de las consecuencias humanas de los estragos de la guerra. Sin embargo, para resaltar la amenaza que representa el monstruo, no convierte su famoso aliento atómico en un simple recurso para aumentar el clímax. En cambio, lo presenta como una espada de Damocles destructiva, una representación directa de la bomba nuclear y del estupor que sigue a su paso.
La fascinación y el continuo debate en torno a la saga Godzilla se deben a su capacidad para evolucionar junto con Japón y el mundo, reflejando corrientes sociales, históricas y políticas dentro de la cultura pop. Al retomar las temáticas del clásico de Ishirô Honda, Godzilla se convierte en un símbolo dinámico que se adapta a los cambios en la sociedad y en el panorama mundial.
Godzilla Minus Ones y los ecos de redención en la posguerra
A pesar de que la narrativa de Godzilla Minus One sigue los patrones típicos de un blockbuster clásico, centrada en una búsqueda de redención, esta resulta ser inalcanzable. El protagonista es un piloto kamikaze que ha abandonado su misión, y ahora se ve obligado a sobrevivir en un país que lo condena por no haber dado su vida por él. Por lo que, la originalidad de la película radica en su representación del período de posguerra, un tiempo de incertidumbre donde los antiguos soldados intentan sanar heridas abiertas bajo la sombra perpetua del fuego atómico. Este contexto evoca los inicios de la Guerra Fría y añade una capa adicional de complejidad a la trama.
El antimilitarismo de los inicios de la franquicia, que iba de la mano con una conclusión muy amarga, se une aquí a una búsqueda del valor humano, mientras los personajes recuperan el control de su existencia. El viaje de Shikishima acompaña el de sus conciudadanos, junto con reflexiones muy contemporáneas: ¿cómo terminar con nuestras guerras personales, envenenadas por ideales belicosos, y aceptar una convivencia pacífica? Es un trabajo colectivo que implica sacar a flote el peso de la destrucción del pasado para tomar conciencia de la importancia de cada individuo. No en un ejército, sino en una familia, una tripulación, una sociedad.
Mientras que Shin Godzilla exploró la obsesión por la dominación gubernamental y el control político, Godzilla Minus One opta por narrar su historia en un momento de ausencia del gobierno. Esto permite que los personajes comprendan el valor y la capacidad de liberarse del ciclo de destrucción encarnado por el kaiju por sí mismos. Aunque esta elección puede dar lugar a una trama con ciertos recursos artificiales y, a veces, cursis, en el contexto de la pandemia de Covid, que según el propio director ha influido en el guion, esta 37ª entrega de la saga se destaca como una de las más humanistas.
Godzilla Minus One redefine el kaiju eiga
Godzilla Minus One representa un auténtico tour de force que redefinió el prototipo del kaiju eiga con un talento impresionante y una dirección clara y oportuna. En un momento en que el género está saturado de crossovers y spin-offs mediocres, esta película se destaca por su originalidad y excelencia. Godzilla se presenta como nunca antes, siendo más aterrador que nunca, y las escenas de destrucción y enfrentamientos, mayormente en entornos marítimos, son simplemente asombrosas. Los efectos visuales rivalizan con las franquicias multimillonarias del MCU, y la dirección milimétrica brinda una experiencia cinematográfica incomparable.
Aunque el aspecto sentimental de la película puede caer en algunos excesos lacrimógenos, está acompañado de un discurso amargo sobre el poder imperialista japonés y una mirada penetrante sobre la razón de ser de Godzilla. Por un lado, es resultado de las experimentaciones nucleares estadounidenses, convirtiéndolo en un enemigo venido de fuera y portador del trauma atómico. Por otro, se presenta como un enemigo interno, emboscado en la misma sociedad japonesa, luchando contra sus propios demonios y representando las cicatrices psicológicas de la nación.
Godzilla Minus One, de Takashi Yamazaki, llega a los cines para celebrar el 70 aniversario del icónico kaiju.