Los Que se Quedan: la invención de la soledad
No se puede comprender el presente sin conocer el pasado y, sin embargo, el ayer no tiene por qué decretar el hoy o el mañana: de esa dinámica está hecha The Holdovers (Los Que Se Quedan), la película con la que Alexander Payne explora la soledad, la familia, el abandono y los privilegios de clase. Es su mejor trabajo en más de una década y un manifiesto cargado de sensibilidad, en el que sus personajes aprenden durante el transcurso de su extraña odisea que el futuro sigue siendo prometedor, aunque el camino que los llevó hasta ahí haya sido oscuro y problemático.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto 2023, Los Que se Quedan está ambientada a comienzos de los 70’s. Filmada con el tono y estilo de las películas de la época -un catálogo de recursos formales (imágenes granuladas, desvanecimientos transicionales y zooms lentos a través de habitaciones y calles de la ciudad) y la banda de sonido que incluye Silver Joy de Damien Jurado y The Wind de Cat Stevens como lúgubres puntos musicales de la historia)-, Payne canaliza abiertamente la sensación cinematográfica de la década, al tiempo que crea una atmósfera navideña teñida con un tipo particular de dulce melancolía.
Los Que se Quedan se instala en la Barton Academy, una escuela ficticia de Nueva Inglaterra poblada por los hijos marca Dior de los ricos y especializada en perpetuar los privilegios de clase. La única persona que no está interesada en respetar el poder de la élite es Paul Hunham (Paul Giamatti), un inflexible profesor de Civilizaciones Antiguas que se autopercibe a sí mismo como un asceta, aunque el sentimiento predominante en toda la institución le agregue el adjetivo detestable a su opinión de sí mismo.
Con mal olor corporal, manos sudorosas y un bigote tupido diseñado para compensar su calvicie, Hunham es un infame anacronismo, con dedicado resentimiento a los estudiantes que piensan que pueden aprobar sus clases por portación de apellido y cuenta bancaria adjunta. Tras haber reprobado al hijo de un senador -a pesar de la insistencia del director (Andrew Garman) de subirle la nota-, es castigado con una tarea indeseable: quedarse en la escuela durante las vacaciones de invierno y supervisar a los chicos que no regresan a casa con sus familias.
Con un whisky siempre a mano, Hunham ve la situación como una excelente oportunidad para hacer de las vacaciones una sucursal de sus clases. Pero el único estudiante que queda en Barton es Angus Tully (Dominic Sessa), un pupilo de tercer año cuyos planes de esquiar en Saint Kitts se arruinan cuando su madre opta por irse de luna de miel retrasada con su muy nuevo y rico marido. Angus, un adolescente inteligente y rebelde, considera a Hunham un antropomorfización del concepto de tortura. La presencia de Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), la jefa de cocina, de luto por la muerte de su hijo muerto en Vietnam, es una fuerza estabilizadora para la dinámica inestable de profesor-alumno.
La Navidad según Alexander Payne
De los que vengan tras nosotros no reclamamos
Walter Benjamin, Tesis de la Filosofía de la Historia
el agradecimiento por nuestras victorias,
sino la rememoración de nuestras derrotas.
El guion de Los Que se Quedan -escrito por David Hemingson– dibuja a sus personajes con líneas distintivas y matizadas, incluso cuando los mantiene en un caos emocional y físico. Giamatti aprovecha el cáustico cansancio sociópata de Paul, con divertidas anécdotas sobre la civilización antigua -incluso durante las conversaciones más banales-, y comentarios selectos sobre el “vulgarismo hormonal” de Tully. En su actuación debut, Sessa iguala de manera sólida a su coprotagonista, con un pulso encantador y atrevido, mientras la frialdad inicial entre ambos personajes cede al reconocimiento de que los dos están unidos por la pérdida, la soledad y la ira.
Sus sentimientos maduran gradualmente hasta convertirse en respeto y, eventualmente, en afecto. Junto con la desconsolada Mary se transforman en una unidad familiar improvisada, que les permite empatizar con su angustia y sus intentos de encontrar una manera de dejar de lado los complejos y traumas que los sujetan.
Con un sentimentalismo equilibrado por su humor, Los Que se Quedan es una historia sobre las mentiras que nos decimos a nosotros mismos y la realidad de nuestra nunca tan diferente condición humana. Escapar a la ilusión de continuidad, atender al contenido de experiencia como núcleo temporal, reconocer qué demandas nos plantea el pasado, descubrir en él lo que potencia nuestra comprensión del presente y descartar toda forma de determinismo como ilusión paralizadora.
Nostálgica, divertida y conmovedora, Los Que Se Quedan muestra que la historia es una rueda: los buenos tiempos pasan, pero también los malos. La mutabilidad es nuestra tragedia, pero también es nuestra esperanza.