Cuando Acecha la Maldad y las grietas de la realidad
Ciertas obras cinematográficas del género terror son auténticos desafíos emocionales para el espectador. En Cuando Acecha la Maldad, el desafío trasciende la mera capacidad de resistir los sobresaltos de esta historia de posesión, adentrándose en la esencia misma de la brutalidad humana y su confrontación con lo sobrenatural. Demián Rugna, su director y la mente creativa detrás de Aterrados (2017), nos sumerge en un abismo donde los demonios desgarran no solo la realidad de un pequeño pueblo, sino también los límites de nuestra propia percepción.
Cuando Acecha la Maldad de alguna forma parece familiar en cuanto a su estructura genérica, pero al mismo tiempo logra sentirse innovadora y completamente auténtica. Al principio, la historia es simple: Pedro y su hermano viven en las afueras de un pueblo y descubren que el hijo de un vecino está “podrido“, es decir, poseído por un demonio en una etapa larval que utiliza su cuerpo como huésped para facilitar su llegada a la tierra.
Los Podridos –todo putrefacción, pus, llagas y corrupción– están atrapados dentro de sus cuerpos ya sin vida, hospedando lo que sea que finalmente emerja. Son anfitriones de un parásito demoniaco y los hermanos comprenden que la única manera de acabar con una infestación es quemar los cultivos o huir del lugar.
Asqueados y atemorizados, entran en pánico y recurren al juicio del autoritario terrateniente Ruiz, quien minimiza el incidente como una mera molestia y comete un grave error de juicio con consecuencias cada vez más mortales, sumiendo a los hermanos en una espiral descendente al caos mientras sienten la influencia del mal.
Los hermanos no están preparados para detener la enfermedad. Después de todo, este es un trabajo profesional, pero el gobierno nunca se enteró o simplemente ignoró el pedido ayuda. Rugna utiliza esto para explorar cómo estas comunidades a menudo son abandonadas por la burocracia de Estado, dejadas para resolver sus propios problemas y luego enfrentar las consecuencias.
Su creciente desesperación a medida que la amenaza se expande, silenciosa y escalofriantemente, y promete consumir a la esposa de Pedro y a sus hijos, adquiere una tensión adicional debido a la presentación fría y medida del cineasta. El cineasta no nos precipita hacia la pesadilla, sino que permite que nos inunde de manera gradual en ella. Para él, los indicios y las anticipaciones deben ser tan impactantes como las revelaciones.
Damién Rugna, el productor de fantasmas
Rugna, quien con su trabajo anterior fue puesto en la escena del terror como un influyente creativo, aborda el horror con el doble poder de ser un hábil artífice del género que comprende de manera muy práctica cómo opera el miedo, y al mismo tiempo, demuestra ser un cineasta auténticamente creativo, enfocando cada proyecto con una clara visión artística de quien posee todas las habilidades necesarias para plasmar en la pantalla grande.
Cuando Acecha la Maldad lleva los tropos usuales de las películas de posesión a su límite más extremo con una enorme brutalidad. Es una producción realizada con una visión única que requiere más de un visionado para comprender la feroz artesanía del cineasta; algunas escenas son tan audaces y están ejecutadas con una precisión técnica tan grandiosa que recuerdan a Fincher en meticulosidad obsesiva y por su retrato putrefacto de la condición humana. En última instancia, la película es, como mínimo, una auténtica masterclass del género.
Mientras que Aterrados se quedó en el inconsciente colectivo de la audiencia con esa escena macabra en la mesa, Cuando Acecha la Maldad tiene su equivalente en un momento en una ruta. Esa transición y combinación son la firma de Rugna, y la plasma con trazos amplios, memorables, perturbadores pero absolutamente cautivadores.
Sin embargo, el cineasta está mucho más interesado que solo emociones fuertes: el oscuro y profundo vientre que gesta Cuando Acecha la Maldad toma la masculinidad tóxica como un concepto y lo traduce en algo literal. Hay una profunda ambivalencia en esta película sobre los hombres y lo que son capaces de lograr, y un trasfondo importante al que se hace alusión pero que deliberadamente nunca se desarrolla por completo pero que añade más peso a la sensación de que tal vez la humanidad ni siquiera merece ser salvada.