Con algunas películas, todo se trata de la edición: un desfile enérgico de imágenes sorprendentes acompañadas de una partitura cinética. Y luego están las películas como Wheel of Fortune and Fantasy (La Rueda de la Fortuna y la Fantasía) y Drive My Car, de Ryûsuke Hamaguchi, en las que la cámara se queda quieta y observa a los artistas mirándose unos a otros mientras hablan, porque la conversación es la verdadera protagonista. Las escenas de diálogo largas, estáticas, significan que cada pequeño zoom, edición o panorámica llama la atención en el momento indicado, destacando el cambio en la mirada del director. Películas como ésta sacan a relucir el voyeurismo esencial del cine.
La sutil historia de La Rueda de la Fortuna y la Fantasía?
La Rueda de la Fortuna y la Fantasía es un film compuesto por tres episodios con diferentes personajes en cada historia. Pero hay temas superpuestos: las nociones imaginativas que hombres y mujeres crean entre sí y la aleatoriedad de los encuentros fortuitos.
Una mujer encuentra a un hombre de su pasado resurgiendo en la vida amorosa de su amiga; un estudiante caído en desgracia trata de vengarse de su profesor, solo para que su trampa resulte en una conexión sorprendente y una humillación inesperada; dos ex compañeras de clase se reencuentran en un mundo donde toda la tecnología informática ha fallado, pero ¿son las mismas mujeres que cada una esperaba ver décadas después?
La tecnología como conector social juega un papel clave en cada segmento de este drama de antología discreto y magistral. Sin embargo, los dispositivos en sí mismos nunca son el centro de atención. La magia sucede cuando dos personas hablan cara a cara. El guion de Hamaguchi revela sin esfuerzo lo absurdo de las desviaciones y las observaciones, pero cada momento de frivolidad consolida el impulso humano subyacente de conexión. Hay una conciencia irónica de que todos, incluso los jóvenes empresarios más organizados, esconden un desorden único, pero una madurez igualmente única puede resultar de confiar ese desorden en otro.
Las dos primeras historias, Magic (or Something Less Assuring) (Magia (o Algo Menos Seguro) y Door Wide Open (Puerta Abierta), tienen tres protagonistas. Cada uno subvierte la expectativa del triángulo amoroso: el primero a través de la trascendencia, el segundo a la esperanza y la decepción. La tercera historia, Once Again (Una Vez Más), está anclada en los sueños y amores enterrados durante mucho tiempo de dos vidas que se cruzan inesperadamente.
Hamaguchi nos regala su enfoque en el diálogo y la actuación, los lugares cotidianos que transmiten una sutil historia de fondo a los personajes: estos son los sellos distintivos de un escritor y director que ha dedicado tiempo a su oficio. El respeto que se le da a la audiencia se demuestra en ausencia de una exposición torpe. Nos sentamos en la oscuridad y, una vez allí, hacemos lo que queramos con estos tres cuentos elípticos.