Crítica El Exorcismo del Demonio (The Vigil) de Keith Thomas
La religión desdibuja la frontera entre realidad e irrealidad. Es una especie de psicosis colectiva. En The Vigil (El Exorcismo del Demonio) la religión tiene la estructura de la locura: Yakov (Dave Davis) es un chico tímido y traumado aprendiendo a ser normal después de abandonar la ortodoxia judía, que comienza a ver cosas cuando acepta ser un shomer, alguien que pasa la noche junto a un cadáver recitando salmos -si el difunto no tiene amigos o seres queridos disponibles- para alejar a los demonios en el viaje al más allá.
La película juega con una narración entre psicológica y sobrenatural: todo lo que sucede puede ser producto de la psicosis de Yacov o parte de una maldición. El entorno mental alucinado, claustrofóbico y oscuro de Yakov se mimetiza con el ritual -la Shemira, la vigilia, el período entre la muerte y el entierro- para crear una atmósfera densa en la que los recuerdos hacen colapsar la realidad.
En la primera parte de la película, el director Keith Thomas manipula el tiempo para hacer sentir la verdad de la noche que pasa sin la anestesia del sueño. Yacov comienza a tener alucinaciones, sueños de un pasado cosido a la piel, a sentir la presencia de cosas que pueden no estar ahí. El cadáver que debe vigilar deja de ser un cuerpo inerte: era el portador del Mazzik, un antiguo demonio que se alimenta parasitariamente del dolor y la culpa y que solo puede mirar hacia atrás, que ahora busca un nuevo anfitrión, un alma dañada de la cual alimentarse.
El Exorcismo del Demonio dramatiza los procesos por los cuales el mito y la memoria sostienen el trauma a través de las generaciones. Los flashbacks estructuran el tema de la película: tres hombres de diferentes épocas “rotos por recuerdos que muerden”. El muerto monitoreado por Yakov es un ex prisionero de los campos de concentración nazi; también se presenta la experiencia angustiosa del abuelo de su esposa (una excepcional Lynn Cohen) en Kiev 1919; y el encuentro traumático de Yakov en Nueva York, cuando él y su hermano son víctimas de un ataque callejero.
Tres momentos separados en el tiempo que grafican la persistencia del antisemitismo, en un intento de fusionar el dolor individual y la tragedia colectiva.
La opera prima de Thomas se inscribe en una serie reciente de películas que unen a criaturas del antiguo folclore judío con los tropos del horror moderno: The Possession (Ole Bornedal, 2012), la polaca Demon (Marcin Wrona, 2015), The Golem (Doron y Yoav Paz, 2018), Attachment (Gabriel Bier Gislason, 2022) y Ofrenda al Demonio (Oliver Park, 2022).
El Exorcismo del Demonio -un título hiperbólico y sin sentido- funciona por momentos cuando se mueve entre la locura de Yacov y lo sobrenatural, con una puesta en escena minimalista y la fotografía crepuscular de Zach Kuperstein, que hace de esa casa antigua una antecámara purgatoria, cuyos habitantes están unidos por lazos invisibles de culpa y de dolor. Pero Thomas parece no confiar en sus premisas, y cae en los tropos habituales del género -secuencias de alto impacto visual pero desprovistas de desarrollo conceptual-, que terminan diluyendo la trama.
Una película sobre la crisis de fe religiosa, un espacio del que solo se puede huir cuando la mente deja de ser sucursal del infierno.
THE VIGIL (EL EXORCISMO DEL DEMONIO)
Dirección y Guion: Keith Thomas Fotografía: Zach Kuperstein Música: Michael Yezerski País: Estados Unidos Año: 2019 Duración: 88 min. Con Dave Davis, Lynn Cohen, Fred Malamed, Menashe Lustig, Malky Goldman, Ethan Stone, Logan Macrae, Lea Kalisch, Nati Rabinowitz.