Espías llenos de libido, sangre fría, traiciones y una masacre. All the Old Knives (Una Cita con el Pasado) hace arqueología del género para hacer una película desmarcada del cinismo y la espectacularidad postmoderna y que transpira clasicismo en una trama basada en la tensión de lo no dicho, en lo que ocultan unos personajes que saben más de lo que dicen saber en torno a un único interrogante: quién fue el topo que provocó la muerte de 120 civiles en el secuestro de un avión en Viena 8 años atrás.
Chris Pine le toma el pulso al agente de la CIA Henry Pelham, un hombre con una máscara de sobriedad glacial que se consume de pulsiones contradictorias en la misión de interrogar a su ex compañera y amante Celia Harrison (Thandiwe Newton) para descubrir si filtró información en la toma de una avión en 2012 y que terminó con todos los pasajeros y los terroristas muertos.
El encuentro es en un restaurant muy chic de Los Angeles, donde ella formó un familia luego de que la tragedia la alejara del espionaje. Newton maneja la angustia contenida de quien se sabe sospechosa, con la chispa erótica del deseo en la mirada y una seguridad nerviosa que deja entrever un discurso lleno de sombras que esconden mentiras y traiciones. Un agente está preparado para matarla cuando reciba la señal de Henry. Cuando ya no importan las pruebas, hay que confiar en la intuición.
El juego de espías de All the Old Knives (Cita con el Pasado)
Con Una Cita con el Pasado, el director danés Janus Metz propone un juego intimista de provocaciones y silencios sobre un pasado cosido a la piel de los protagonistas, que se va desplegando a través de flashbacks que nos llevan a Europa, a la operación fallida de CIA y a los arrebatos amorosos entre Henry y Celia. Una combinación elegante de melodrama y thriller que mantiene el suspense en una atmósfera de desconfianza generalizada, en la que todos -agentes, directivos, fuentes secretas- parecen tener algo que ocultar.
Ya no es la Viena expresionista de The Third Man (Carol Reed, 1947), pero toma elementos estructurales del cine noir con una trama llena de giros y contragiros en la que resuena The Big Sleep (Howard Hawks, 1946), el clásico guion de William Faulkner sobre la novela de Raymond Chandler.
El escritor norteamericano Olen Steinhauer conoce todos los mecanismos que hacen funcionar el género de espías. Una Cita con el Pasado -su best seller de 2015- adapta la temática a la sensibilidad contemporánea, como si fuera la Guerra Fría con su escena primitiva en el 11-S. No puede evitar caer en cierta ideología prefabricada -terroristas musulmanes, la CIA como protectores románticos de la humanidad- pero se preocupa de humanizar incluso a los enemigos del free world. Henry y Celia son personas quebradas por el duelo -el de la tragedia que no pudieron evitar, el de su amor que terminó ese día- que aun no cicatrizó.
Una Cita con el Pasado es también una cita con una manera vintage de hacer cine, que no se sostiene por la adrenalina de laboratorio de la violencia sino por los juegos mentales que propone (una tendencia de un sector del cine actual, con películas tan disímiles como Azor (Andreas Fontana, 2021) y Outfit (Graham Moore, 2022), que reescribe el género gángster). El final es decepcionante, y empaña una construcción sofisticada que usa el secretismo en el que se mueve el espionaje para hacer un retrato cargado de melancolía sobre dos amantes rotos en su encuentro con la muerte.
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