Plane: Gerard Butler y Mike Colter contra el mundo
Gerard Butler es The Last Action Hero. El género es para él lo que el cristianismo para Mel Gibson: dos mesías con una conmovedora fe en el lado más bizarro de la violencia. Pero donde Gibson es un policía moral en busca de conversos, Butler es un artesano del cine clase B en busca del escenario donde el cuerpo y el espacio se asimilen y se potencien en una coreografía excesiva y absurda. Plane (Alerta Extrema) es puro realismo sucio hecho de selva, tierra, balas y transpiración, que destila cierta nostalgia retro por una manera de hacer películas antes de que murieran por sobredosis de CGI.
El argumento podría enviarse por Twitter: Gerard Butler es un piloto comercial. Un rayo golpea su avión en pleno vuelo. Logra aterrizar en una isla de Filipinas gobernada por una guerrilla que secuestra a sus pasajeros. Se enoja. Muere gente.
Plane no pierde tiempo en contar una historia coherente, sino que se mueve a un ritmo vertiginoso por aire y por tierra. La primera parte de la película es una experiencia inmersiva y bien documentada de los procesos mecánicos y humanos necesarios para que un avión pueda despegar y mantenerse en el aire. Y se siente un caos vívido y urgente cuando el avión intenta pasar por encima de una tormenta y es golpeado por un rayo que lo deja sin sistema eléctrico. Tiene 10 minutos antes de que caiga al vacío.
Luego la película entra en estado de supervivencia permanente, con el piloto Brodie Torrance de Butler transformado en héroe para el rescate imposible de los pasajeros en un territorio enemigo controlado por una sádica banda armada, y ayudado por un personaje en busca de redención: Gaspare (Mike Colter), un asesino con experiencia en la Legión Extranjera que estaba siendo extraditado a Japón (sic) para ser encarcelado luego de pasar 15 años fugitivo de la justicia.
Plane, una fantasía tercermundista
La isla es de un tercermundismo explícito, con hipervillanos guerrilleros preparados para pedir rescate por los rehenes. Pero la compañía aérea mandó un grupo de mercenarios a esa no man´s land -donde ningún gobierno puede entrar- por una razón menos ética que administrativa: son más baratos que las futuras indemnizaciones que tendrán que pagar si los pasajeros mueren.
Todo es incongruente, ridículo y emocionante. El director Jean-Francois Richet hace un teatro anárquico y violento con una habilidad; el director de fotografía Brendan Galvin dota a las secuencias de acción de inmediatez documental, con la cámara en mano extremadamente cerca de los personajes, pero sin perder la perspectiva espacial que hace de la selva una escenografía cruel y amenazante.
Butler es un experto en transmitir una combinación eficaz de perversión y vulnerabilidad, lo que hace que no sea necesario que el heroísmo inverosímil de su personaje sea convincente. Colter tiene la suficiente presencia física como el enigmático Gaspare, el contrapunto experimentado en la guerra del piloto, el que muestra humanidad más allá de los prejuicios.
Plane falla porque es conformista en sus premisas de ser entretenimiento vacío: se toma a sí misma en serio y no explota sus limitaciones desde la ironía o desde la exageración homicida. Es justo lo que pensás que va a ser. Y nada más.