Bottoms, la comedia lisérgica de Emma Seligman
Ruidosas, obscenas y excitadas, las chicas de Bottoms representan el poder femenino en su versión looser y hormonal. La película de Emma Seligman es un ácido lisérgico que reescribe el género de la comedia adolescente desde el absurdo y subvierte los tópicos del feminismo contemporáneo con esencia surrealista y sensibilidad queer. Bottoms (El Club de las Peleadoras) es una onda expansiva que pone en escena cuestiones de empoderamiento y misoginia en un caos autoconsciente que prueba los límites del buen gusto con una sátira sangrienta y moderna convertida en un clásico de culto instantáneo.
PJ (Rachel Sennott) y Josie (Ayo Edebiri) son amigas queer de toda la vida. El resto de sus compañeros las desprecia o, más educadamente, las ignora. No es homofobia, sino una clase más refinada de discriminación: es que son “feas, gays y no tienen ningún talento”. La dinámica del dúo es estereotipada pero efectiva: si PJ es atrevida y egocéntrica, Josie tiene una forma especial de torpeza y docilidad salpicada de vitalidad gay. Estas chicas son muy raras. Ellas lo saben. Y lo aceptan.
En esa pequeña ciudad bizarra que es la escuela Rock Ridge High -donde se adora al equipo de fútbol americano, con murales renacentistas y efigies de su capitán Jeff (Nicholas Galitzine en clave camp)- PJ y Josie tienen un objetivo para el resto del año: coger de una maldita vez. Con las dudosas credenciales de haber pasado el verano en un reformatorio, fundan un club de la pelea femenino en un intento de impresionar a dos porristas hot, las platónicas Isabel (Havana Rose Liu) y Brittany (Kaia Gerber). Fuck Judith Butler, let’s fight.
“¿Quién ha sido violada? ¡Levante la mano!” pregunta PJ a sus compañeras para entrar en confianza con el grupo. Silencio. “Las zonas grises también cuentan”. Todas levantan la mano. Ese club de pelea con pretensiones lésbicas se convierte en una especie de símbolo de la autodefensa femenina contra la agresiones del patriarcado. PJ y Josie consiguen popularidad, explotan su nuevo estatus social y la proximidad física del combate cuerpo a cuerpo.
El Club de las Peleadoras: Let it Bleed
Todo es gloriosamente ridículo y desquiciado. El guion -coescrito por Seligman y Sennott (la estrella de su película anterior, Shiva Baby)-, aumenta el factor de extrañeza de la película en ese híbrido de dos estilos: si Seligman pude encontrar lo absurdo en lo cotidiano, Sennott es capaz de ser vulgar y agresiva con una mezcla de desprecio e inocencia naturales. Las dos crean una energía vibrante que hace de Bottoms un dispositivo deforme e irreverente.
La amistad de PJ y Josie es lo que mantiene unida la película, y el comportamiento retobado y lleno de confianza de Sennott juega perfectamente con la encantadora y torpe timidez de Edebiri. Josie es el contacto emocional de Bottoms, y la actriz acepta lo absurdo de la trama para una interpretación que se hace más grande, más ruidosa y más alegremente ridícula a medida que las consecuencias del engaño a sus compañeras se hace evidente.
La forma en que lo extraño se percibe como normal se vuelve más subversiva con un discurso autoconsciente, que toca con sensibilidad freak los temas contemporáneos: el falso feminismo, la sexualidad fluida, las alianzas egoístas, las inseguridades que enmascara la masculinidad agresiva y la violencia real que soportan las adolescentes. Bottoms es el retorno de lo reprimido del feminismo, reclamando su derecho a hacerte sangrar.