Paul Sorvino, el actor de carácter que hizo una carrera interpretando a tipos duros, recordado por el insensible mafioso Paulie Cicero en Goodfellas, murió hoy por causas naturales a los 83 años. “Nuestros corazones están rotos”, dijo su esposa Dee Dee en un comunicado de prensa. “Nunca habrá otro Paul Sorvino, fue el amor de mi vida y uno de los mejores artistas que jamás haya aparecido en la pantalla y el escenario”.
En 50 años de una sólida carrera como actor, hizo grandes papeles en grandes películas, pero siempre en un rol de actor secundario. En una entrevista de 2015, Sorvino reflexionó sobre su lugar en Hollywood: “He estado en la cima de la montaña, pero no he sido el tipo. He sido pasajero en el autobús, pero no el conductor”.
Paul Sorvino – Películas
Interpretó al fundador del Partido Comunista Estadounidense en Reds (1981), de Warren Beatty , y volvió a trabajar junto al actor y director en Dick Tracy (1990), Bulworth (1998) y Rules Don’t Apply (2016). También tuvo el papel de corredor de apuestas en The Gambler (1974), el agresivo padre de Claire Danes en Romeo and Juliet (1996) de Baz Luhrmann, el secretario de Estado Henry Kissinger en Nixon (1995), de Olive Stone, y de un adicto a la heroína en The Cooler (2003).
En 1991 comenzó un trabajo de 31 episodios -temporada 2 y 3- en la serie de NBC Law & Order, interpretando al sargento Philip Cerreta. El personaje, después de ser herido en el cumplimiento del deber, fue sucedido en el programa por el detective Lennie Briscoe, interpretado por Jerry Orbach.
Pero Sorvino es probablemente mejor conocido por su papel de Paul Cicero, el prolijo mafioso que cortaba el ajo con una hoja de afeitar, en la ultraviolenta Goodfellas (1990). Para el 25 aniversario de la película, Sorvino dijo que estaba encantado de conseguir el papel. “Había hecho muchas comedias y dramas, pero nunca había interpretado a un tipo realmente duro. Nunca lo tuve en mí”.
“El papel requería una letalidad que sentí que estaba mucho más allá de mí. Llamé a mi manager tres días antes de que empezáramos a rodar y le dije: ‘Sácame. Voy a arruinar la imagen de este gran hombre y me voy a arruinar a mí mismo. Él, siendo sabio, me contestó: ‘Llámame mañana, y si es necesario te sacaré’. Luego iba mirándome en el espejo, desconsolado, pero literalmente salté hacia atrás: vi una mirada que nunca había visto, algo en mis ojos que me alarmó. Una mirada sin alma mortal que me asustó y fue abrumadoramente amenazante. Y miré al cielo y dije: ‘Lo has encontrado’“.