Crítica Dance First (2023): El enigma de Samuel Beckett en la mirada de James Marsh

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En Dance First, Gabriel Byrne captura esa mezcla de estoicismo y fragilidad que define al Beckett tardío, un hombre que parece haber renunciado a todo, incluso a la desesperación.
3/5

Crítica Dance First, la vida de Samuel Beckett

“El sol brilló, sin alternativas, sobre la nada nueva”, dice la frase inicial de la novela vanguardista de Samuel Beckett de 1938, Murphy. Una nada que tiene infinitas posibilidades. Dance First (2023), dirigida por James Marsh, es un viaje a través de la mente laberíntica y la personalidad elusiva del escritor, que llena los espacios vacíos que articulan su vida y su obra con una serie de instantáneas cargadas de nostalgia, como si a través de la culpa Beckett estuviera buscando la lógica secreta de su existencia.

Dance First comienza de manera beckettiana. 1969. En plena ceremonia, Beckett (Gabriel Byrne) recibe la devastadora noticia de que ha ganado el Premio Nobel de Literatura. “Catástrofe”. Sube al escenario en medio de la ovación, agarra el cheque y se trepa por un caño hasta uno de los balcones laterales, allí donde el teatro desemboca en una cueva: un espacio surrealista, despojado y liminal, en el que el escritor se encuentra con otra versión de sí mismo.

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Finnon O’Shea como Samuel Beckett en Dance First

El incipit de Dance First sugiere que la película se asimilará a su objeto: que narrará la historia de la vida de Beckett a través de los recursos formales de una obra de Beckett. Pero Marsh no se sumerge en un flujo de conciencia que se despliega en una espiral de tiempo y espacio, sino que plantea, en orden cronológico, un mosaico de momentos, de personas, de lugares, que definen al escritor: una madre despótica, un padre cariñoso, un barrilete rojo (su Rosebud privado), el viaje a París, James Joyce, la resistencia francesa, la pobreza, sus amores, una Europa devastada que reflejará su propia visión del mundo: absurda, vacía, pero, de algún modo, llena de belleza trágica.

James Marsh (La Teoría del Todo, Man on Wire) entiende que contar la historia de Beckett es contar la historia de un hombre ubicado en los intersticios de la vida, que existía entre márgenes, géneros, lenguas; entre el anonimato y la fama, entre el ser y la nada. Su Beckett es un exiliado perpetuo, atrapado en un París que no termina de pertenecerle, en una guerra que no termina de pelear, en una realidad que no termina de entender.

Marsh busca el factor de extrañeza de Dance First en ese limbo donde Beckett y su alter ego (una especie de superyó estricto, acusador) parecen atrapados en su propio absurdo e intentan encontrar un sentido a su existencia. Esta estructura es una referencia a la obra del escritor -especialmente a Esperando a Godot y Endgame-, pero Dance First no va más allá del formalismo: si Beckett propone un tiempo cíclico, que se pliega sobre sí mismo, donde la repetición y la circularidad son tanto una forma de comedia como un reflejo de la desesperanza, Marsh elige un tiempo continuo, con secuencias despojadas de humor, donde solo queda el reproche y la culpa por lo vivido.

La cinematografía de Antonio Paladino es una paleta de colores apagados, casi monocromática, inspirada en la austeridad visual de las puestas en escena del escritor. Pero los encuadres son simétricos, equilibrados, y no representan el mundo siempre a punto de desmoronarse de Beckett, la sensación de desasosiego y terror ontológico que en sus obras nace de lo incompleto, lo fragmentario, lo que nunca termina de decirse del todo.

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Aidan Gillen como James Joyce en Dance First

Dance First ofrece un retrato de la relación compleja, ambivalente, de Beckett con James Joyce, que se erige como una figura paterna, a la vez mentor y sombra opresiva. Joyce, interpretado con una mezcla de carisma y autoritarismo por Aidan Gillen, es una presencia fantasmagórica, un recordatorio constante de la carga de su genio, la condena de su talento, como si Beckett solo pudiera entenderse a través de su rechazo, que lo impulsa a encontrar su propia voz en el silencio que lo precede.

Finnon O’Shea ofrece una actuación segura. Con un lenguaje corporal rígido y una expresión taciturna, el joven Beckett parece un personaje de Beckett, pero dentro en una obra de Eugene O’Neill. Una tela invisible lo separa del mundo y de los demás: una disonancia que priva a su amistad con Alfie (Robert Aramayo) y a su romance con la joven Suzanne (Léonie Lojkine) de cualquier química real. Por su parte, David Byrne captura esa mezcla de estoicismo y fragilidad que define al Beckett tardío, ese hombre que parece haber renunciado a todo, incluso a la desesperación.

Dance First ofrece explicaciones simples al universo Beckett, allí donde la única certeza es la incertidumbre, la única verdad es la duda, y la única respuesta es seguir bailando, incluso cuando la música se ha detenido.

CRÉDITOS

DANCE FIRST

3/5
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Dirección

James Marsh

Guion

Neil Forsyth

Fotografía

Antonio Paladino

Música

Sarah Bridge

País

Reino Unido

Duración

100 minutos

Reparto

Gabriel Byrne, Fionn O’Shea, Aidan Gillen, Sandrine Bonnaire, Maxine Peake, Robert Aramayo, Caroline Boulton

TRÁILER

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