Juego Limpio: poder y sexualidad en la ópera prima de Chloe Domont
Juego Limpio (Fair Play) incorpora el #MeToo al mundo de las altas finanzas, convirtiendo un género asociado con las fantasías masculinas de poder en una historia de castración. La ópera prima de Chloe Domont (Ballers, Suits, Billions) pone en escena las dinámicas de poder y de la sexualidad, de las normas y expectativas sociales, en un tour de force por los abismos físicos y emocionales de una pareja. Nada es sutil: es hábil, sexy y, en ocasiones, deliciosamente impactante.
Luke (Alden Ehrenreichy) y Emily (Phoebe Dynevor) están asquerosamente enamorados. Trabajan juntos en un fondo de cobertura en Wall Street. En la oficina, deben disimular su entusiasmo: las relaciones entre los empleados están prohibidas. El rumor que corre es que Luke ocupará el codiciado puesto de jefe de cartera. Pero es Emily la que recibe el ascenso.
En el ecosistema cerrado de las finanzas, el dinero es pura sustancia erótica, y la lealtad, devoción, empatía y confianza conspiran contra el flujo orgásmico de dinero. Pero ni Emily ni Luke están dispuestos a admitirlo. Él es una criatura muy reconocible: una mediocridad enamorada de una idea de sí mismo, que descubre que su pareja está operando a un nivel superior de instinto y habilidad.
Domont es consciente del dolor inherente a un despertar tan brutal. Nada es más doloroso en Juego Limpio que los intentos de Luke de comportarse como un hombre solidario a pesar de que está lleno de decepción y resentimiento. Su ego herido y su sexismo se exponen poco a poco, y rápidamente la pareja se encuentra peleando más que cogiendo -Emily lo intenta, sólo para ser rechazada por su repentinamente fláccido futuro esposo-. Cuando Luke comienza a criticar a Emily por su ropa o por su manera de beber, muestra lo desesperadamente que necesita cualquier victoria, por insignificante que sea. Es mezquino, sí, y demasiado humano.
Neurosis compartida
Domont siente curiosidad por el poder de las expectativas: las expectativas que los hombres ponen sobre las mujeres, las expectativas que el capitalismo pone sobre aquellos que intentan llegar a la cima y cómo reaccionan los hombres cuando esas expectativas no se cumplen. Con Juego Limpio, la directora combina una fantasía macabra del mundo de las finanzas con detalles cotidianos de una relación que está a punto de pasar por una profunda prueba de estrés. Por mucho que Domont tenga confianza en su habilidad para jugar en las altas finanzas, es más aguda como dramaturga de la decadencia prematrimonial.
El guion de la película permite a Dynevor y Ehrenreich volar entre extremos: comparten una química combustible antes de entrar en un vórtice entrópico autodestructivo. Enmascarando una rabia reprimida bajo una máscara de fuerza y comprensión, Ehrenreich encarna a Luke como un tótem de inseguridad masculina; Dynevor se mueve entre la novia lúbrica y el demonio corporativo (Juego Limpio es feminista pero no condescendiente). Fuck love: let´s make money.
Los encuentros sexuales entre los dos tienen una ferocidad íntima y vivaz, que sirven para exponer cómo se mezclan el sexo, el poder y la intimidad. Domont se centra en la inseguridad masculina en una época que espera que los géneros sean iguales, pero que todavía equipara esencialmente la virilidad con el dinero, el poder y la destreza sexual.
La necesidad de Luke de retirarse es pasiva-agresiva y llena de pánico, que refleja un anhelo de consuelo; la necesidad de Emily de atacar es pura agresión y nace del deseo de conectarse con el amor que está perdiendo. En su mejor momento, Juego Limpio abunda en esta clase de pulsiones irreconciliables que definen una relación conflictiva. Son recordatorios físicos de lo intangible, de un amor que alguna vez pudo haber sido verdadero pero que nunca podrá volver a ser el mismo.
Juego Limpio (Fair Play) está disponible en Netflix.
Mirá el tráiler de Juego Limpio (Fair Play) a continuación: